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Urbanística I

Formas urbanas de la ciudad contemporánea

TAP 8

Cursos doctorado y Master

Curso COAA

 

 

La planificación territorial y las formas de crecimiento metropolitano

Damián Quero Castanys

 

21 de Enero de 2000

 

RESUMEN DE LA CONFERENCIA

BIBLIOGRAFIA Y MATERIALES DE REFERENCIA

CONTENIDO, METODO Y TIPO DE PLANES: PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA 1999. Director, Damián Quero Castanys. Texto de la Memoria del Plan.

CONTENIDO, METODO Y TIPO DE PLANES: COMPARACION DE CINCO ACTUACIONES TERRITORIALES O METROPOLITANAS ESPAÑOLAS EN LA DECADA 1985-95. Director, Damián Quero Castanys. 1995

ORDENACION DE ACTIVIDADES PRODUCTIVAS EN EL TERRITORIO. Damián Quero Castanys. 1995

ORDENACION DE PIEZAS RESIDENCIALES EN EL TERRITORIO METROPOLITANO: UN AREA RESIDENCIAL NUEVA EN EL TERRITORIO METROPOLITANO DE MADRID. Antonio Díaz del’Bó y Damián Quero Castanys. 1999

PROYECTO URBANO Y NUEVOS LUGARES PÚBLICOS. Antonio Díaz del’Bó y Damián Quero Castanys, Aquitectos.

 

 

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Razones actuales y contenidos para la planificación del territorio.

Muchas de las razones clásicas -propias de la "ordenación territorial"- para intervenir en el territorio a escala supramunicipal mantienen hoy su vigencia: es evidente que hay cuestiones territoriales (problemas y oportunidades de acción) que pasan lógicamente desapercibidas cuando se consideran las cosas al nivel municipal; el punto de mira y el ángulo de la visión influyen lógicamente en la apreciación, y es, cuando menos, de esperar un descubrimiento de nuevos aspectos y oportunidades de acción cuando se amplia la escala de consideración de los procesos territoriales.

 

Además, comparar y poner de acuerdo los planes urbanísticos municipales con los planes y políticas sectoriales de las administraciones regional y nacional, resulta particularmente necesario, y son tareas que requieren también escalas y campos de consideración más amplios que el local.

 

Afrontar la compatibilización y el control de los efectos agregados de las decisiones singulares que se adoptan municipio a municipio sigue siendo, cuando menos, recomendable.

 

Todos éstos son contenidos y objetivos clásicos de la ordenación territorial, que, como se hace en la ponencia, conviene recordar y enfatizar, porque suelen ignorarse con el empuje de lo innovador. Pero la práctica de la actuación pública en el territorio, renovada durante los últimos diez años, ha aportado nociones y logros que abren nuevas posibilidades a esta escala de actuación. Algunos de los fundamentos del nuevo enfoque son:

 

 

 

 

El Plan como modelo instrumental.

 

La idea de plan comprensivo y exhaustivo fué sustituida después de los años setenta por la noción más instrumental de "proyecto" o "modelo" (de un territorio, del espacio metropolitano, de la ciudad, etc.), que no consiste precisamente en una concreción de los aspectos constructivos de las intervenciones, ni en una predicción de futuro cerrada. Se trata de una expresión general -pero sintética- de los atributos que interesan de cada territorio, de los objetivos seleccionados y de las acciones -verosímiles y consensuadas- que pueden y deben emprenderse.

 

 

 

La innovación en los modos de usar el territorio como objeto de la planificación territorial.

 

Uno de los criterios básicos para seleccionar los contenidos de los planes de escala regional o subregional y largo plazo es la atención preferente a los fenómenos de innovación territorial, es decir, a las actividades (residenciales, de equipamiento, infraestructurales o económicas) que desarrollan modos nuevos de usar el suelo y nuevas formas de localización en el espacio. Ocupándose de reconducir sin negar, y de dar respuesta a estas nuevas demandas, es como estos planes pueden remediar la frecuente ineficiencia de la organización territorial, y la dificultad para atraer y asentar nuevas actividades productivas.

 

 

 

Los "proyectos directores" como instrumentos de desarrollo y aplicación de los planes territoriales.

 

Desde un punto de vista más netamente instrumental, los viejos modos de aplicación de la planificación territorial, mediante secuencias de planeamiento subordinado (regional, general, parcial), que desembocaban en proyectos sectoriales y autónomos, han sido sustituidos por los denominados "proyectos directores". Estos instrumentos de aplicación de las decisiones territoriales satisfacen el doble objetivo de: a) integrar propuestas específicas, de índole sectorial unas y urbanística otras, en operativos sintéticos y unitarios, y b) a la vez, impulsar o difundir en su entorno dinámicas de crecimiento, cambio o reestructuración, aprovechando en suma la externalidad de las inversiones sectoriales.

 

 

 

 

Una planificación "de resultados".

 

En lo que se refiere a la gestión y al control público de la ejecución de las decisiones y los proyectos, también los sistemas rígidos de verificación del cumplimiento de normas han dejado de ser aplicados y están siendo sustituidos por procesos de concertación, compromisos entre inversores y vinculación de éstos a resultados. En suma, poniendo el acento en la formulación de las reglas del juego, y no en la preconfiguración normativa de los resultados, se han desarrollado instrumentos para una acción territorial más impulsora y movilizadora, y menos preocupada por prohibir; una planificación menos rígida y más eficaz, sin renunciar a la calidad de los resultados, o precisamente como exigencia de resultados.

 

 

 

El crecimiento metropolitano.

 

La cuestión del crecimiento urbano ha de ser afrontada desde nuevos puntos de vista: es evidente que nuestras ciudades siguen creciendo mucho. Aun cuando haya disminuido drásticamente la tasa de crecimiento poblacional por inmigración, y la tasa agregada, las ciudades crecen por otros motivos y con otros parámetros: cualificación y mayor tamaño de la vivienda; nuevos y más extensos equipamientos sociales, recreativos y comerciales; infraestructuras y nuevos modos de organización de las actividades económicas y productivas. Todo ello configura un panorama donde la ocupación y la urbanización de nuevo suelo, y no solo la rehabilitación, van a seguir siendo temas básicos de la ordenación territorial.

 

Hoy parece necesario tomar opción sobre algunas características relevantes de la organización territorial, que tienen básicamente que ver con la cuestión de la concentración (o alternativamente de la dispersión). Nuestros núcleos urbanos, resultantes de largos procesos de acumulación inmobiliaria en situaciones de precariedad económica, son, en efecto, excesivamente densos y compactos en comparación con los modelos habituales de otros países próximos. Además se constata aquí una fuerte tensión de ocupación dispersa, como si faltase un término medio de densidad razonable.

 

De modo que la cuestión del crecimiento residencial ha de seguir siendo un contenido principal del territorio; pero no tanto como un problema cuantitativo, que es precisamente el que ha estado más presente en los planes urbanísticos (cuántas viviendas programar, cuánto crecimiento demográfico prever, cuánto suelo ocupar), sino como cuestión de calidad, de forma, de modo de organización: qué tipo de productos y piezas urbanas, qué opción de modelo para la periferia, qué grado de dispersión, cuál ha de ser la relación de las nuevas implantaciones con el paisaje y la naturaleza, qué estructura territorial permite conciliar con realismo movilidad y dispersión. ¿Cuáles y de qué modo son, en suma, los límites y las ventajas de la dispersión, o dicho de otro modo, de la imbricación de las actividades humanas con la naturaleza, más allá del límite actual de nuestras ciudades compactas?.

 

 

 

Las formas de crecimiento.

 

La forma y el carácter de la ciudad actual no es ya principalmente un problema de codificación de tipos edificatorios, como acabamos de ver. La figuración del espacio urbano actual es una cuestión de paisaje, donde los elementos naturales, la forma de las piezas vacías y los horizontes son, tanto como los tipos edificatorios, instrumentos y contenidos del proyecto urbano.

 

Sin embargo, en la experiencia de la arquitectura y el urbanismo modernos han pervivido algunas visiones del mundo contradictorias con sus propios postulados científicos y sociales.

 

La propuesta moderna sobre la relación de la arquitectura con la naturaleza se ha deslizado con frecuencia hacia un revival de la jardinería como recurso figurativo para expresar la continuidad y la armonía de las formas construidas con las naturales, incluyendo lo natural en la ciudad mediante operaciones de simbolización. Y es que el mito dominante hasta al menos la mitad del siglo XX fue el de la civilización como dominación de la naturaleza y sometimiento de sus fuerzas.

 

Sin embargo la angustia causada por la destrucción de la naturaleza es actualmente una de las pautas culturales más difundidas y sentidas, porque se ha constatado científicamente como un riesgo cierto de aniquilación del planeta, y así se ha entendido públicamente, hasta el punto de que el viejo orgullo de la dominación de la naturaleza ha sido cancelado y sustituido por la no menos pretenciosa idea de la sostenibilidad. Pero sea cual sea su enunciado y comprensión pública, solo la propuesta de conservación se admite hoy socialmente como actitud positiva respecto a la naturaleza. No puede entenderse ya una mediación figurativa con la naturaleza que no exprese el respecto a su imagen original, su preservación radical. De modo que el descubrimiento de las leyes propias del territorio y de su paisaje ha de ser el fundamento para el desarrollo de los proyectos de crecimiento urbano.

 

Por esa razón, entre otras, el paradigma de la extensión continua ("continental") de la ciudad como forma de crecimiento urbano, sustituyendo extensivamente el orden rural por el urbano, se ha cancelado. En su lugar vuelve a cobrar sentido la imagen de la intrusión discreta de piezas urbanas en la naturaleza (por ejemplo, en el paradigma de la urbanización medieval con ciudadelas, como en La Alhambra). La metáfora topológica del archipiélago asume y expresa figurativamente ahora la resistencia de lo rural y el valor preeminente concedido socialmente a los espacios naturales.

 

Así que el territorio natural adquiere capacidad para representar los tiempos actuales por sí mismo, sin que, como antes, su fuerza figurativa le sea concedida por las formas edificadas que definen su contorno. Los bordes y los límites pierden valor instrumental en el proyecto de la nueva ciudad; interesan más los horizontes.

 

De modo que la armonía figurativa entre arquitectura y naturaleza no puede ya lograrse mediante la ilusión de reproducir el orden natural en la arquitectura, ni tampoco representando la naturaleza dentro del espacio de la ciudad, sino llevando la arquitectura a la naturaleza. El crecimiento de las ciudades dará lugar a un tipo de espacio de convivencia en tensión de piezas y códigos contrapuestos, donde el orden del conjunto y el paisaje sean comprendidos como equilibrio inestable entre las preexistencias naturales y las formas construidas.

 

 

 

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Bibliografía y trabajos propios seleccionados para la conferencia

 

"La planificación territorial y las formas de crecimiento metropolitano"

Damián Quero Castanys.

 

La bibliografía comentada que se aporta aquí se limita a las referencias directas utilizadas en el desarrollo de la Conferencia, principalmente por tanto de artículos y trabajos del conferenciante.

 

Como aportación bibliográfica general sobre la planificación y el crecimiento metropolitano, puede encontrarse una excelente selección en el libro de Antonio Font, Carlos Llop y Josep Mª Vilanova: La construcció del territori metropolitá. Morfogènesis de la regió urbana de Barcelona. Mancomunidad de Municipios del Area Metropolitana de Barcelona, 1999.

 

C.E.T.A.: Planeamiento local y planificación regional: contenido urbanístico de los Planes Directores Territoriales.

 

Secretaría General Técnica del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo. Estudio monográfico nº 3 de la Dirección General de Urbanismo. Madrid 1978.

 

 

Es la primera formulación de un enfoque comarcal alternativo a los planes de estructura regionales.

 

 

Damián Quero Castanys: Porque otra vez "urbanismo y ordenación del territorio".

 

Revista de Estudios Territoriales nº 18. Mayo-Agosto 1985. Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo.

 

 

Véase éste y los demás artículos sobre el mismo tema en este número monográfico. Es la primera reflexión de regreso a la preocupación por la escala territorial, tras la actividad concentrada en los planes municipales de los primeros años ochenta.

 

 

Damián Quero Castanys, en colaboración con Eduardo Leira: Il bacino fluviale di Bilbao. Revista Rassegna nº 42. Milán, Junio 1990.

 

 

Es una exposición de la propuesta de los autores para la ría de Bilbao, en el contexto de la discusión europea sobre regeneración de áreas industriales abandonadas.

 

 

Damián Quero, en colaboración con Nieves Basurto y Eduardo Leira: El problema urbanístico de Bilbao.

 

Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos. Bilbao 1991.

 

 

Describe el enfoque de método y contenidos de ordenación propios de la escala metropolitana para el área de Bilbao entre Galdácano y El Abra.

 

 

Varios autores: Jornadas sobre el Area Metropolitana Bahía de Cádiz.

 

Demarcación de Cádiz del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental. Cádiz 1992.

 

 

Se manifiesta la pugna entre la vieja y una nueva concepción de la planificación metropolitana.

 

 

Damián Quero, en colaboración con Eduardo Leira, Luis Felipe Alonso y Daniel Zarza: Bilbao. Territorio y regeneración productiva.

 

En revista de Estudios Territoriales nº 39. Número monográfico: una política para las ciudades. Ministerio de Obras Públicas y Transportes, Madrid. Mayo-Agosto. 1992.

 

 

Exposición de una estrategia de regeneración metropolitana para el territorio articulado por la ría de Bilbao.

 

 

Damián Quero Castanys: Crecimiento y regeneración de la periferia metropolitana.

 

Ponencia al V Congreso Iberoamericano de Urbanismo. Consellería de Obras Públicas, Urbanismo y Transportes de la Generalitat de Valencia. 1992.

 

 

Damián Quero Castanys: Innocenza e ragione nella construccione di una metropoli. Revista Casabella, Septiembre de 1992.

 

 

Evaluación de las discusiones y los resultados urbanísticos y metropolitanos que estuvieron presentes en la preparación de la Exposición de 1992 en Sevilla.

 

 

Damián Quero Castanys: La construcción de una metrópoli.

 

Revista Tecnología y Arquitectura. Nº 17, de Septiembre de 1993. Departamento de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

 

 

Exposición teórica sobre el cambio del enfoque en la intervención metropolitana, ejemplificado con la descripción de la propuesta del autor para el territorio de la ría de Bilbao.

 

 

Antonio Díaz y Damián Quero: Las distintas escalas de la residencia.

 

Revista Geometría nº 17. 1er semestre 1994. Málaga.

 

 

Es un enfoque sobre la opción metropolitana en el proyecto de áreas residenciales, precedente del que los autores presentan posteriormente (1999) para el sur del área metropolitana de Madrid.

 

 

Luz Marina García Herrera y Juan Sánchez García (compiladores): Los planes insulares de ordenación en Canarias. Reflexiones metodológicas.

 

Colección Torriani nº 1. Facultades de Ciencias Económicas y de Geografía de la Universidad de La Laguna. Tenerife 1995.

 

 

Tiene el interés de un debate universitario sobre trabajos de planificación efectivos, en una región que nunca ha abandonado la actividad de planificación territorial.

 

 

Damián Quero Castanys: Estrategia del objeto y estrategia del sujeto.

 

Revista Economía Aragonesa. Número especial dedicado a la XXIV Reunión de Estudios Regionales. Febrero de 1999. Servicio de Estudios de Ibercaja. Zaragoza.

 

 

El artículo citado es el comentario a la ponencia del profesor José Luis Calvo Palacios: Articulación del espacio y estrategias territoriales, que aparecen en la misma publicación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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CONTENIDO, METODO Y TIPO DE PLANES: PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA 1999

Director, Damián Quero Castanys

Texto de la Memoria del Plan

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Damián Quero Castanys

Todos los derechos reservados. Esta publicación del Curso de Especialización FPC-COAA no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, mecánico, electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor y el editor.

 

 

 

LAS RAZONES Y LOS CONTENIDOS DE UNA ESTRATEGIA GENERAL PARA EL TERRITORIO INSULAR.

 

Muchas de las razones clásicas -propias de la "ordenación territorial"- para intervenir en el territorio a escala supramunicipal mantienen hoy toda su vigencia: es evidente que hay cuestiones territoriales (problemas y oportunidades de acción) que pasan lógicamente desapercibidas cuando se consideran las cosas al nivel municipal; el punto de mira y el ángulo de visión influyen lógicamente en la apreciación, y es, cuando menos, de esperar un descubrimiento de nuevos aspectos y oportunidades de acción cuando se amplía la escala de consideración de los procesos territoriales.

 

Además, comparar y poner de acuerdo los planes urbanísticos municipales con los planes y políticas sectoriales de las administraciones regional y nacional, lo que en esta isla resulta particularmente necesario, según se ha deducido del análisis y diagnóstico realizados requiere también una más amplia escala y campo de consideración.

 

Finalmente, afrontar la compatibilización y el control conjunto de las decisiones singulares que se adoptan municipio a municipio, sigue siendo cuando menos recomendable para evitar efectos negativos agregados, de otro modo imprevisibles.

 

Todos estos son enfoques y objetivos clásicos de la ordenación territorial.

 

Pero sobre todo ello, la práctica internacional de la actuación pública en el territorio, renovada durante los últimos diez años, ha aportado nociones y logros que abren nuevas posibilidades a esta escala de actuación.

 

En los niveles estatal y regional de muchas naciones europeas se han incorporado a la práctica de la ordenación territorial nuevos conceptos y modos de actuar que, a la vez que han conmocionado la vieja cultura de la planificación territorial, han mostrado resultados ya en el corto y medio plazo. Algunos de los fundamentos de este enfoque son:

 

  •  
  • El Plan como modelo instrumental.

 

La idea de plan comprensivo y exhaustivo ha sido sustituida por la noción más instrumental de "proyecto" o "modelo" (de un territorio, del espacio metropolitano, de la ciudad, etc.), que no consiste precisamente ni en una concrección de los aspectos constructivos de las intervenciones, ni en una predicción de futuro cerrada, sino en una expresión general -pero sintética- de los atributos que interesan de cada territorio, de los objetivos seleccionados para la acción, y de las acciones -verosímiles y consensuadas- que pueden emprenderse.

 

  • La innovación territorial como objeto principal del Plan.

 

Uno de los criterios básicos para seleccionar los contenidos de estos planes es la atención preferente a los fenómenos de innovación territorial, es decir, a las actividades (residenciales, de equipamiento, infraestructurales o económicas) que hoy se desarrollan con modos nuevos de usar el suelo y nuevos modelos de localización en el espacio. Ocupándose de dar respuesta a estas nuevas demandas es como estos planes pueden remediar la frecuente ineficiencia de la organización territorial, y la dificultad para atraer y asentar actividades productivas. Todo ello requiere flexibilidad de ordenación y elasticidad en los modos de usar el suelo, condiciones exigidas por la velocidad de los cambios, las incertidumbres en el ciclo productivo de las empresas y las mutaciones económicas.

 

  • Los Proyectos Directores como instrumento de desarrollo.

 

Desde un punto de vista más netamente instrumental, los viejos modos de aplicación de la planificación territorial, mediante exhaustivas regulaciones cerradas y planes o proyectos sectoriales y autónomos, han sido sustituidos por los denominados "proyectos directores". Estos instrumentos de aplicación de las decisiones territoriales satisfacen el doble objetivo de: a) aplicar una o varias propuestas específicas mediante una acción sectorial, y b), a la vez, impulsar o difundir en su entorno dinámicas de crecimiento, cambio o reestructuración.

 

Este modo de desarrollo de la planificación territorial es el que ha fundamentado los Planes Especiales que se definen en este Plan Insular como instrumentos para su aplicación.

 

  • Una planificación "de resultados".

 

En lo que se refiere al control público sobre la ejecución de las decisiones y los proyectos, también los sistemas rígidos de verificación administrativa del cumplimiento de normas, que son en todo caso propios de la acción normal de la administración pública, han dejado de ser los apropiados para la planificación estratégica, y están siendo sustituidos por procesos de concertación, compromisos entre inversores y vinculación de éstos a resultados. En suma, se han desarrollado instrumentos para una acción territorial más impulsora y movilizadora, y menos preocupada por prohibir; una planificación menos rígida y más eficaz, sin renunciar a la calidad de los resultados.

 

  • El crecimiento urbano.

 

La cuestión del crecimiento urbano ha de ser afrontada desde nuevos puntos de vista: es evidente que nuestras ciudades, y en Gran Canaria incluso algunos núcleos rurales hasta hace poco estancados, han crecido, y aún cuando haya disminuido drásticamente la tasa de crecimiento poblacional por inmigración, y aún la tasa agregada, las ciudades crecen de acuerdo con otros parámetros: cualificación de la residencia; nuevos y mayores equipamientos sociales, recreativos y comerciales; infraestructuras y nuevos modos de organización de las actividades económicas y productivas. Todo ello configura un panorama donde la ocupación de nuevo suelo, y no solo la rehabilitación, es imprescindible.

 

  • El Plan como referente abierto para organizar el crecimiento.

 

La adopción de decisiones relacionadas con el crecimiento, es decir sobre la forma de ocupar nuevo suelo, sobre el modo de incorporar otros territorios a la ciudad, o lo que es lo mismo, de localizar nuevas actividades urbanas en el territorio, si ha de hacerse de modo racional, requiere tomar opción previa sobre el modelo territorial, disponer cuando menos de un referente sobre la extensión, el ámbito, la forma y el modo de organizar el territorio.

 

Hoy parece sobre todo necesario tomar opción sobre algunas características relevantes de la organización territorial, que tienen básicamente que ver con la cuestión de la concentración (o alternativamente de la dispersión). Nuestros núcleos urbanos, resultantes de largos procesos de acumulación inmobiliaria en situaciones de precariedad, son normalmente densos y compactos en comparación con los modelos habituales de otros países industrializados. Y en nuestra isla ofrecen un contraste potente con las posibilidades de ocupación dispersa, como si faltase un término medio de densidad razonable.

 

¿Sería entonces conveniente compensar esta situación mediante formas de crecimiento de baja densidad?, ¿cómo empezar a manejar conscientemente la cuestión de la dispersión?. Evidentemente el crecimiento no puede manejarse mediante un único factor, que se pueda valorar numérica y geométricamente en una consideración inmediata, o sólo mediante una tipología (imposible) de modelos de asentamiento. Determinados factores pueden ciertamente medir necesidades de expansión: algunas de éstas obedecerían a razones de tipo compensatorio, a la vista de la excesiva densidad del agregado urbano actual, sobre todo del capitalino; también, en parte, la necesidad de ocupar nuevos suelos tendrá su origen en las nuevas demandas sociales y económicas, que requieren productos residenciales e instalaciones productivas o de ocio en relación elástica con el suelo; y finalmente, las nuevas tecnologías y posibilidades de los sistemas de transporte harán también posibles modos nuevos de usar el territorio. Por todas estas circunstancias se echa en falta hoy una organización explícita del crecimiento (limitada ahora a la mera discusión cuantitativa), cuya ausencia en todos los ámbitos territoriales -municipales y subregional o insular- es ya clamorosa.

 

Como se ve, la cuestión del crecimiento se hace crucial al considerar el territorio con la mirada amplia de la escala insular; pero no como un problema cuantitativo, que es precisamente el que ha estado más presente en los planes urbanísticos (cuántas viviendas programar, cuánto crecimiento demográfico, prever, cuánto suelo ocupar), sino como cuestión de calidad, de forma, de modo de organización: qué tipo de productos y piezas urbanas; qué opción de modelo para la periferia; qué grado de dispersión; cuál ha de ser la relación de las nuevas implantaciones con el paisaje y la naturaleza; qué estructura territorial permite conciliar con realismo movilidad y dispersión; ¿cuáles y de qué modo son, en suma, los límites y las ventajas de la dispersión, o dicho de otro modo, de la imbricación de las actividades humanas con la naturaleza, más allá del límite actual de nuestras ciudades compactas?.

 

Es preciso buscar, en el planeamiento urbanístico municipal, respuesta a estas cuestiones, porque mayor riesgo que el de equivocarse es el de no enfrentarse a ellas. Y para eso hay que disponer de un modelo de organización del territorio donde se están produciendo ciegamente desde hace años fenómenos de naturaleza metropolitana, es decir, donde se están estableciendo espontáneamente relaciones complejas entre actividades, y procesos de innovación en la organización de los usos.

 

 

 

DESDE EL DIAGNOSTICO HACIA LOS OBJETIVOS.

 

El diagnóstico de este territorio ha ofrecido un conocimiento de los problemas y, a la vez, de las oportunidades de actuación, cuyo solo enunciado configura un panorama de razones para la actuación a nivel insular. Resulta, efectivamente, que se han manifestado cuestiones relevantes y abordables, que pueden dotar de eficiencia a la organización territorial de las actividades, y racionalizar el aprovechamiento y los modos de conservación de los recursos naturales. El conjunto de estas cuestiones es lo que denominamos espacio insular, objeto de este Plan.

 

Sobre qué fenómenos y qué lugares actuar -a esta escala- en el territorio insular, porqué y con qué finalidad, son todas ellas cuestiones que empiezan a hacerse evidentes con sólo repasar lo más esencial del diagnóstico y las oportunidades de articulación del espacio:

 

  • Las áreas que se han mostrado últimamente más activas, son las que han sido capaces de responder a las nuevas necesidades y modos de organización, y aquéllas que mejor se han adaptado a las nuevas preferencias sociales relacionadas con la localización, los modos y los escenarios de vida y de actividad. Su conocimiento permite formular objetivos adecuados a la satisfacción de las nuevas demandas sociales, ampliando los tipos y modelos urbanos disponibles para organizar el sistema de asentamientos y corregir la espontaneidad de algunos de estos fenómenos, reconduciéndolos hacia términos y parámetros racionales.

 

  • Los nuevos sistemas de transporte y redes de comunicación inducen formas nuevas de organización de las actividades urbanas: es posible mediante decisiones de ordenación territorial reorientar tendencias abusivas o modos degradantes de apropiarse de la accesibilidad, y también usar racionalmente las nuevas, mayores y más flexibles posibilidades de organización de los usos que aquéllos sistemas permiten.

 

  • Los modos nuevos de organizar las actividades económicas obligan hoy a incorporar a la ordenación del territorio factores hasta ahora no requeridos: la mezcla de usos; las relaciones ágiles entre empresas; los parámetros de calidad ambiental; las nuevas formas de regulación de las instalaciones para la producción, y de regulación también de las actividades, evitando los rígidos controles paramétricos y vinculando las actuaciones a resultados y a límites de impactos; las formas variables de ocupación del suelo acordes con el ciclo productivo de las empresas, etc., son todas ellas cuestiones que han de ser atendidas y resueltas, tanto cualificando y transformando viejos espacios industriales como creando otros de nueva condición, tanto para crear tipos de oferta adecuados a los términos actuales de la demanda, como para inducir, por efecto demostración, un cambio en los modos tradicionales de producción de suelo industrial.

 

  • Cuando las áreas centrales de la aglomeración metropolitana y de los núcleos con capitalidad comarcal incrementan sus atractivos como distritos de cultura y ocio, el conjunto insular se beneficia del valor de imagen y atracción de sus centros. Son éstos lugares centrales, componentes imprescindibles de la eficiencia del espacio, por su capacidad de atracción de actividad e inversión, y por que inducen y refuerzan la percepción social y empresarial de la calidad del territorio insular.

 

  • Hoy se ha difundido una idea del espacio urbano capaz de incorporar atributos de la naturaleza, y calidad ambiental, sin renunciar a sus valores productivos y de relación social. Se trata de lo que en países fuertemente industrializados se ha denominado espacio urbano "post-industrial". Si bien puede parecer paradójico el objetivo de alcanzar características espaciales de pretendida condición "post-industrial" en un territorio que no posee niveles aceptables de primera industrialización, no es menos cierto que las condiciones para alcanzar calidad en los términos ambientales hoy reclamados por la cultura general europea son aquí insuperables. De modo que, en efecto, paradójicamente, la condición de espacio post-industrial es aquí un objetivo tan apropiado como razonablemente alcanzable. La realización de esta idea o modelo de ciudad no es solo cuestión estética ni exclusivamente ambientalista; requiere saber manejar muchos de los instrumentos conocidos de ordenación territorial, a los que hay que añadir nuevos enfoques de tipo paisajístico.

 

  • También hoy se ha hecho posible realizar la idea, antes inimaginable, de "periferia central" o "centralidades periféricas", como atributos de ciertos lugares no centrales del sistema urbano donde se desarrollan actividades productivas, terciarias y recreativas. Es decir, difundir en partes del territorio una característica que hasta ahora era patrimonio exclusivo de las áreas centrales: la diversidad y mezcla de usos, de actividades y de tipos de espacios... pero diversidad con una densidad considerablemente inferior a la del centro tradicional, y con tamaños unitarios para las instalaciones tan grandes como se desee, lo que permite organizar la mezcla de usos con los parámetros ahora más valorados de calidad ambiental, naturaleza y flexibilidad de la organización física. Esa doble condición de la centralidad, mezcla de actividades y baja densidad, debe ser uno de los atributos del nuevo espacio metropolitano de la capital insular, un valor hasta ahora inédito, imposible en las formas con que Las Palmas ha crecido, pero que se hará posible si su construcción nace de un proyecto consciente, fuera de la inercia del crecimiento por expansión y repetición de los tejidos de la ciudad compacta.

 

 

 

EL PLAN INSULAR COMO MODELO DEL TERRITORIO Y COMO DIRECTRIZ PARA LAS ACTUACIONES PUBLICAS.

 

La noción de Plan como modelo ideal y totalizante de un territorio ha dejado de tener vigencia. Hoy sabemos que es posible un modelo eficaz para la regulación de la acción territorial, pero sólo como referencia y guía de la intervención, y sólo si se construye con algunos factores -no todos los posibles- de la realidad territorial, y para ciertos objetivos previamente seleccionados. Es pues el método de seleccionar, de formular criterios selectivos de relevancia, lo que une hoy la ordenación del territorio con las opciones estratégicas de la gestión y de las políticas económicas

 

Este enfoque selectivo es el que ha permitido desarrollar nuevas capacidades de intervención territorial, redimiendo al planeamiento de escala grande y de largo plazo (a lo que se denomina ordenación del territorio) de la esterilidad analítica y propositiva en que se sumió en las décadas de los 70 y los 80.

 

Los principios en que estos modos y modelos de intervención se han de basar son, expuestos de modo conciso, los que se enuncian:

 

  • Primero (es en realidad la conclusión de todos los demás, pero es preferible por su importancia distinguirlo con el primer lugar): Una puesta en marcha de las acciones operativa y decidida, evitando o minimizando los complejos procesos decisionales institucionales, inacabables, comúnmente planteados sobre una base procedimental esclerotizada y paralizadora. El primer objetivo del Plan sería así la ejecución inmediata de los demás objetivos.

 

  • Segundo: Es preciso un enunciado general estratégico o un proyecto general, que tenga la condición de modelo territorial de referencia, nunca un "modelo de imagen final" con todos los resultados y los caminos para alcanzarlos definidos. Las piezas del territorio donde se va a actuar han de encajar en una visión de largo plazo y gran escala. Pero este modelo servirá para suministrar fiabilidad al proceso, para tener al alcance de la vista una referencia respecto a la que calibrar y valorar las acciones concretas; no para rigidizar los modos de ejecución con una secuencia reglamentada y lineal, sino para mejor poder medir los efectos de los posibles ajustes y decisiones, nunca del todo predecibles, que se requerirán luego en el camino hacia los objetivos enunciados. No precisa ser por tanto un proyecto definido en el sentido de los documentos de arquitectura, ingeniería o urbanismo. Un documento técnico del tipo aquí propuesto debe tener una extensión relativamente reducida. Su contenido puede definirse como de "estructura abierta", cuya forma no puede cerrarse independientemente del proceso de realización.

 

El plan territorial, plan de gran escala y largo plazo, renueva así su valor limitando su alcance normativo, como plan referencial, como modelo tendencial, deseado y comprometido, pero no como norma ni reglamento cerrado. En su ejecución serán posibles caminos diversos, que se elegirán según se vayan apreciando las oportunidades y se logren acuerdos.

  • Tercero: Detectar oportunidades (para ello sirve precisamente el modelo estructural de referencia, que es el que permite apreciar el valor de posición u oportunidad de determinadas áreas, elementos y operaciones) y seleccionar aquéllas que mejor hayan de contribuir al logro de los objetivos propuestos. Para esto sirven los planes de gran escala: así como mediante la vista aérea se aprecian formas y atributos del territorio, que pasarían desapercibidos pie a tierra, también elevando la escala de consideración se detectan oportunidades que quedarían ociosas o mal aprovechadas, por ejemplo, a la escala municipal o desde visiones empresariales aisladas.

 

  • Cuarto: Desarrollar capacidad para concertar las actuaciones entre administraciones públicas y con la iniciativa privada. Los proyectos que hoy se requieren para la construcción del orden territorial propio de la nueva organización de la actividad económica, no pueden concebirse en los estrechos límites de la programación pública de actuaciones. Para confirmar este criterio basta con que recordemos el heterogéneo menú de fórmulas de gestión territorial o urbanística ideado por las ciudades que recientemente han logrado más éxito en sus programas de reestructuración.

 

  • Quinto: Un enfoque de este tipo, general y a largo plazo, no implica, ni mucho menos, iniciar una rutina lenta: el "largo plazo" no significa un estilo lento de gestión. Precisamente el establecimiento del marco estructural capaz de confirmar el sentido y valor de cada operación, es lo que motiva y estimula un arranque ilusionado y emprendedor.

 

Los objetivos instrumentales enumerados arriba se han de asumir doblemente: colectivamente, como propuestas públicas compartidas por la sociedad, y privadamente por los agentes económicos, que han de percibir la viabilidad y el interés de cada operación singular en el proceso general.

 

Las dos palancas del cambio territorial son pues:

 

1º. La correcta selección inicial de las piezas o áreas de intervención.

2º. Su rápida puesta en marcha mediante la creación de un marco institucional operativo ad-hoc.

La doble función de los organismos públicos responsables a escala grande del territorio consistirá, pues, en ejercer el control estratégico de las transformaciones territoriales y generar un nuevo liderazgo de los actores privados, lo que requiere desarrollar capacidad para convencer y llegar a acuerdos.

 

 

 

LA ELECCION DEL TIPO DE PLAN.

 

La planificación en un territorio extenso y diverso, bien sea que se quiera formular bajo las figuras legales de "directriz", o propiamente "plan", nunca debe concebirse como "super-Plan" o "Plan de planes", ni entenderse por tanto que su contenido haya de consistir necesariamente en definir los trazados, posición y tipo de las infraestructuras para que luego sean ejecutadas por los numerosos organismos sectoriales de acuerdo con tales previsiones.

 

Independientemente de que, cuando es preciso, se definan algunos trazados y formas para determinados elementos de la estructura propuesta, la directriz o el plan territorial ha de ser un conjunto de decisiones y propuestas, adoptadas a distinto nivel y escala, definidas mediante determinaciones y regulaciones de naturaleza diferente, formuladas de modo tal que no violenten la lógica de la práctica administrativa.

 

Ello quiere decir que, una vez hecha la selección de procesos, áreas y elementos objeto del Plan, su desarrollo debe realizarse normalmente a través de órganos y procedimientos previamente configurados y regulados, y que se consoliden como el modo ordinario de ejecución del Plan.

 

Para determinadas previsiones y proyectos o planes de desarrollo complejos será preciso reproducir, en ejecución del Plan, el consenso inter-administrativo y la cooperación entre instituciones, e incluso con las particulares. Ello requerirá mecanismos especiales, pero cuya conformación y procedimientos también habrá de prever y regular el Plan Insular.

 

En resumen, el plan de un territorio sub-regional, como el de Gran Canaria, deberá concebirse como un conjunto de decisiones y directrices de distinto carácter y contenido, frente a la idea habitual de que todo se ha de subsumir en una "figura" cerrada de planeamiento, desde la que se impongan soluciones definidas supuestamente justificadas por una pretendida suprarracionalidad del plan.

 

Por ello será preciso aplicar las determinaciones del Plan desde cierta diversidad de instancias, de organismos ad-hoc para actuaciones y operaciones diferenciadas, como enseña la experiencia que ha logrado éxitos. Una autoridad única como ejecutora del Plan entraría necesariamente en conflicto con otros niveles y sectores de la administración pública.

 

Es preciso concitar los esfuerzos creativos -en el campo del derecho administrativo- para la concepción de entes instrumentales operativos, del tipo "agencias", desarrollando formas innovadoras a partir de las formas jurídicas administrativas y mercantiles, capaces de actuar cuando sea conveniente con carácter de concesionarios.

 

En suma, proponer acciones, áreas y elementos donde actuar mediante organismos específicamente concebidos para ello. Las bases estatutarias habilitadoras de esos organismos habrán de formar parte del Plan Territorial. Su marco general se contiene en la Sección V del Plan.

 

 

 

 

 

 

 

 

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CONTENIDO, METODOLOGIA Y TIPO DE PLANES:

 

 

COMPARACION DE CINCO ACTUACIONES TERRITORIALES O METROPOLITANAS ESPAÑOLAS EN LA DECADA 1985-95

 

Director, Damián Quero Castanys. 1995

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Damián Quero Castanys

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1. PLANES Y EXPERIENCIAS QUE SE EXPONEN Y COMPARAN.

Se han seleccionado experiencias de complejidad y tamaño medios, análogas a la escala metropolitana de Zaragoza.

Son todas ellas experiencias en marcha, en cuanto que ningún plan de este nivel ha sido concluido en España, a excepción de algunos territoriales insulares de Canarias, de los que aportamos el de Gran Canaria, aprobado ya definitivamente y en ejecución.

En suma, se analizan, en una exposición de tipo sintético y comparativo, los siguientes:

Plan de Ordenación Territorial de la Aglomeración Urbana de Málaga.

Plan Insular de Ordenación Territorial de Gran Canaria.

Plan Territorial Parcial de Bilbao Metropolitano.

Directrices para la Coordinación Urbanística del Area Metropolitana de Sevilla.

Ordenación Comarcal del Alto Guadalquivir.

 

2. MODO DE EXPOSICION Y COMPARACION.

Con carácter introductorio, de cada una de esas experiencias se expone un perfil general sobre su enfoque, intenciones, organismo que ha adoptado la iniciativa, proceso y modo de elaboración, y otras informaciones que definen el grado de decisión institucional y la previsible viabilidad de cada iniciativa. En un panorama nacional donde las experiencias que han logrado su aprobación, o han llegado a la mera terminación técnica, apenas alcanzan a tres o cuatro, esta información sobre la credibilidad de los procesos nos ha parecido de interés principal.

La síntesis de contenidos de cada experiencia se hace de modo comparativo. Hemos elegido unos términos de comparación apropiados para la evaluación comparada, y también para la expresión sintética de lo que más interesa de cada una de ellas.

Tales términos de comparación elegidos son:

A. Tipo de Plan, tanto desde el punto de vista instrumental (plan, directriz, bases de coordinación, plan indicativo, vinculante, etc.) como cultural (su posición en la cultura o en el debate actual sobre las capacidades y los límites de la planificación física: estrategia, selección, exhaustividad o comprensividad).

B. Escala de las propuestas, entendiendo por tal no la escala gráfica de las representaciones cartográficas, sino el nivel o "grano" de resolución del territorio y de los diferentes tipos de propuestas.

C. Criterios de selección de sus contenidos, acciones u operaciones. Criterios y objetivos. Estrategia implícita al plan.

D. Forma de concebir el modelo territorial, explícito o implícito en el Plan; contenidos o elementos que configuran el modelo.

E. Instrumentos para el desarrollo del plan: tipo de decisiones por las que opta cada plan, y forma de instrumentarlas. Forma de relacionarse (en cuanto a mecánica o instrumentación técnica) con otros planes (territoriales de otro rango, o sectoriales). Modos de asignación de recursos.

F. Mecanismos de control, como características configuradoras del tipo de plan: control normativo, indicativo, mecanismos impulsores o emprendedores, mecanismos de concertación ... Forma de la relación con otros ámbitos competenciales afectados.

 

 

1. PERFIL DE LOS PLANES COMPARADOS

Iniciativa y elaboración

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

La iniciativa de planeamiento es de la Junta de Andalucía, a través de la Consejería de Obras Públicas y Transportes.

 

Su redacción se inició en 1993, y fué asumida por la Delegación Provincial en Málaga de la Consejería, situación descentralizada que explica las causas de su productiva heterodoxia respecto a las directrices generales con que se están produciendo los demás planes territoriales en Andalucía.

 

Para su elaboración la Delegación Provincial del gobierno autonómico se dotó de una oficina técnica interna ad hoc, con un equipo de profesionales contratados específicamente para esta tarea, así como de un presupuesto para colaboraciones y monografías especializadas exteriores.

 

En 1994, aproximadamente tras un año de tareas, se completó la redacción de monografías y se redactó un Avance de las Bases, que contenía tanto los resúmenes informativos y diagnóstico del área, como un documento propositivo, cuyo grado de elaboración puede definirse como de Avance de planeamiento.

 

A final de 1994 se constituyó el llamado Comité de Redacción, órgano de control político del Plan integrado por representantes de los municipios y administraciones concernidas por el Plan, que conoció los trabajos elaborados hasta el momento, y ha de orientar en adelante su prosecución hasta la redacción final del Plan.

 

El Plan comprende el área de interrelación metropolitana nucleada por la ciudad de Málaga en las cuatro direcciones: Costa oriental, Comarca de los Montes de Málaga, Valle del Guadalhorce y Costa turística Occidental. Comprende 13 municipios con una población (incluida capacidad estacional) de unos 800.000 habitantes.

 

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

La iniciativa es del Cabildo Insular de Gran Canaria, de acuerdo con la Ley reguladora de Planes Insulares (1/87) de la Comunidad Autónoma Canaria. Su aprobación corresponde al Gobierno de la Comunidad.

 

Desde 1987 a 1989 se realizaron trabajos de diagnóstico preparatorios, encargados por el Gobierno autonómico antes de que el Cabildo asumiese la competencia de redacción, de modo que cuando éste la ejerce, en 1990, pudo elaborar en un corto período el Avance del Plan. Estas fases, de diagnóstico y avance, se realizaran en régimen de consultoría exterior.

 

A partir de 1990, el Cabildo dota a su Oficina de Planeamiento de capacidad para realizar parcialmente y coordinar las tareas, en colaboración con el consultor que ha realizado las fases precedentes, que mantiene las tareas y funciones técnicas de dirección del Plan.

 

En Octubre de 1992 se alcanza la elaboración del documento del Plan, que recibe su aprobación inicial por el Cabildo y se tramita durante dos años, alcanzando la aprobación definitiva por el Gobierno de la Comunidad Autónoma en Enero de 1995.

 

Como peculiaridad singular de este Plan ha de advertirse que, tras su aprobación inicial, y para algunas tareas que el mismo ha definido cuya instrumentación no exige nuevo marco jurídico, se inicia el desarrollo antes de su aprobación definitiva. Así por ejemplo, para la operación estratégica de creación un área de actividades en el Aeropuerto de Gran Canaria, cuyo diseño de modelo territorial y gerencial contiene el Plan, y cuya viabilidad se supedita a la de la concertación interadministrativa, el Cabildo promueve e inicia la gestión y el planeamiento de desarrollo de la operación antes de la aprobación definitiva del plan, en un marco de consenso de las administraciones implicadas.

 

El Plan se extiende a toda la superficie de la isla, de 1.532 Km² y población próxima a los 800.000 habitantes.

 

 

BILBAO METROPOLITANO

 

La iniciativa la adopta conjuntamente el Gobierno Vasco y la Diputación Foral de Vizcaya, que constituyen una Comisión de Seguimiento y encargan los denominados "Estudios previos para la elaboración de la Directriz del Bajo Nervión" en 1989.

 

El documento que en consecuencia se redacta, denominado "Bilbao: un territorio metropolitano" establece los fundamentos de un modelo de metrópoli para el conjunto de los municipios nucleados por la Ría de Bilbao, definiendo sus objetivos y enfoque operativo, cortando con el enfoque comarcal que hasta entonces se le había conferido a esta iniciativa.

 

En 1991 la Comunidad Autónoma Vasca aprueba la Ley de Ordenación del Territorio, y en consecuencia inicia la elaboración de las Directrices de Ordenación del Territorio del País Vasco (DOT). Este documento identifica y delimita las llamadas Areas Funcionales, y entre ellas la de Bilbao Metropolitano.

 

Con tales antecedentes, en 1992 y con base en el documento de 1989, los organismos emprendedores encargan la elaboración de un Avance del Plan Territorial Parcial del Area Funcional del Bilbao Metropolitano, que se redacta en dos fases, desde 1992 hasta 1994.

 

La iniciativa ha corrido en paralelo a otras dos, no estrictamente coincidentes pero sí implicadas: el Plan Estratégico para la Revitalización del Bilbao Metropolitano, promovido por la asociación "Metrópoli 30" liderada por empresas privadas vizcaínas, y los trabajos de la sociedad pública "Bilbao Ría 2.000" integrada por el Estado (MOPTMA), Gobierno Vasco, Diputación Foral y Ayuntamientos.

 

El área está integrada por 34 municipios con unos 900.000 habitantes en su conjunto.

 

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

La iniciativa correspondió a la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, que a estos efectos constituyó el Gabinete de Estudios Metropolitanos y preparó un documento de "Avance de Directrices de Coordinación", en 1989.

 

No obstante, ya se venía trabajando en ello desde 1984, en que por una Orden del Consejero se acordó la redacción de las Directrices en el área de Sevilla. En 1986 la Comisión Provincial de Urbanismo aprobó un Documento de Bases para la coordinación, no sin grandes dificultades por la fricción con los municipios. Tal documento adoptaba la forma y el contenido de "criterios y objetivos" para la coordinación de políticas urbanísticas, y contenía también criterios para las políticas sectoriales.

 

Entre 1986 y 1988 se realizaron trabajos informativos, toda vez que se consideraron insuficientes los que fundamentaron el documento de Bases de 1986. También en ese período la mayoría de los municipios del área redactaron o revisaron sus planes y los aprobaron. Entonces se comenzó el documento de Directrices propiamente dichas, que se presentó en 1989, sin que desde entonces hasta hoy se haya preparado otro documento. Durante el último año, 1994, tras 10 años de elaboración, el equipo encargado de las tareas técnicas propuso un cambio de enfoque con criterios operativos, que hasta ahora no ha sido aceptado por la administración que promueve el Plan.

 

El ámbito comprende 18 municipios con aproximadamente un millón de habitantes.

 

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

Es una iniciativa de la Mancomunidad de Municipios del Alto Guadalquivir de Córdoba, que promovió un estudio unitario de la comarca, instrumentalizado a través de la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía como Avance de Plan Territorial. Desde el punto de vista institucional se establece una gran distancia con cualquier intención propositiva, reforzando en el documento elaborado la opción investigadora y estudiosa, y dilatando conscientemente el desarrollo, que incluso llega a ser referido como "eventual ejecución", y siempre por "responsables" ajenos al organismo emprendedor.

 

A pesar de ello, el equipo técnico redactor ha hecho un esfuerzo por introducir, dentro de la ambigüedad propositiva institucional, el germen del compromiso de intervención concreta. De este modo, en 1991 se publicó un documento que, a pesar de su autodenominación como "propuesta metodológica para impulsar la investigación" constituye de hecho un cierto documento de Avance de ordenación territorial, con un grado de diagnóstico y propuesta del que carecen normalmente otros documentos más decididamente intervencionistas.

 

Comprende una extensión de 1.297 Km², con 8 municipios y 44.804 habitantes.

 

2. ANALISIS COMPARADO

A. Tipo de Plan

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

De Acuerdo con la Ley de Ordenación del Territorio (LOT) de la C.A. de Andalucía, los planes de ámbito subregional reducen su carácter de instrumentos directos a la determinación de las infraestructuras básicas y a la distribución de los equipamientos y servicios de ámbito o carácter supramunicipal. Para todo lo demás, y aún para aquél objeto específico de sus previsiones, estos planes se configuran como directrices para ser aplicadas por todos los demás (sectoriales o urbanísticos) que tengan incidencia en el territorio.

 

El Plan subregional correspondiente a la aglomeración metropolitana de Málaga, que se encuentra en la fase de redacción, pretende configurarse como estratégico y selectivo, contrasta con la exhaustividad y el carácter casi urbanístico que el gobierno andaluz reclama para los contenidos de estos planes, como la definición de la distribución de los usos en el territorio. De ello resulta un riesgo evidente de formación de grandes planes indicativos y declarativos, cuya virtualidad quedaría enredada en el incierto y casi siempre frustrado proceso de revisión de todos los demás planes.

 

Las Bases para la metrópoli malagueña, en redacción, han adoptado el criterio de asegurarse la eficacia de sus determinaciones, al menos la de la estructura del modelo, mediante la negociación interadministrativa durante su elaboración, de modo que, aún a riesgo de pérdida de racionalidad en elementos principales del modelo, se asegure con realismo la eficacia del plan, y se pueda autocorregir en muchos de sus objetivos.

 

Este método negociado se ha seguido al menos en la definición de la red viaria de rango metropolitano y en algunas de las operaciones de infraestructura o mixtas más relevantes, aprovechando sobre todo la simultánea redacción de los Planes General y Estratégico del municipio de Málaga.

 

En cuanto a su adscripción a la cultura territorial y al tipo de instrumentación del Plan, se configura como de intención estratégica y selectiva (en sus objetivos y contenidos). Es posible no obstante que la legislación de aplicación y el propio entendimiento de estas cuestiones por el gobierno autonómico, empujen a este Plan hacia la exhaustividad en los contenidos que se entienden por clásicos: asignación de usos de todos los tipos (residenciales, productivos, terciarios, comerciales, agrícolas ...) a cada parte del territorio, y determinación cuantitativa de parámetros de flujos, crecimientos, capacidades ... Pero a la vista de sus documentos actuales es previsible que el Plan resultante, con su vocación propia estratégica, se aproxime más a un plan de estructura, donde se definan los sistemas territoriales, y luego se definan unas genéricas aptitudes del territorio, para apoyar con más decisión operaciones de estrategia que posiblemente sean luego protagonizadas, bien por el Plan General o por el Estratégico, del municipio central.

 

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

De acuerdo con la Ley reguladora de los Planes Insulares de Ordenación (Ley 1/1987) de la Comunidad Canaria, estos instrumentos se configuran de modo muy flexible, dejando prácticamente a la decisión del planificador la elección del tipo de plan y de sus contenidos. Habilitan para elegir libremente el carácter vinculante, indicativo, o de aplicación directa o mediática, con la sola condición de explicitar con precisión su elección, y para cuáles de sus contenidos se adopta uno u otro modo y grado de aplicación. Sólo de modo excepcional la Ley obliga a estos planes a configurar como determinaciones vinculantes las relativas a la clasificación de suelo rústico, a las medidas de protección, y cuando estimen preciso imponer clasificaciones urbanísticas por razones de interés supramunicipal.

 

Como se evidencia, también estos planes están facultados para -excepcionalmente- clasificar suelo.

 

El Plan Insular de Gran Canaria optó por aprovechar ampliamente todas las capacidades que la Ley le otorga, a excepción de la clasificación directa de suelo, competencia netamente urbanística que se entiende de ejercicio muy conflictivo y discutible respecto a las competencias municipales, constitucionalmente asignadas.

 

El Plan adopta de modo individualizado para cada una de sus acciones, operaciones o determinaciones, el carácter de determinación vinculante o de directriz que haya de corresponderle, de acuerdo con el rango estratégico y, sobre todo, con el diseño del mecanismo operativo establecido para cada acción. Es pues una decisión instrumental (y no un principio general) lo que se aplica como criterio para tales decisiones, situando así esta cuestión en su propio y lógico terreno instrumental.

 

Con independencia de instrumentar acciones y determinaciones de los Planes Insulares mediante los planes municipales, para la ejecución de las acciones directas del Plan, la Ley canaria introduce un nuevo tipo de planes específicos para el desarrollo de los Insulares, denominados Planes Especiales, no coincidentes con los de la legislación urbanística, para el desarrollo directo de las infraestructuras básicas y de la protección paisajística y ambiental. En el Plan de Gran Canaria, esta capacidad ha sido aplicada principalmente para el desarrollo de determinadas operaciones estratégicas de interés supramunicipal y acotadas en su ámbito espacial. No obstante, como este Plan aplica normalmente mecanismos de concertación (para aquéllas acciones que no suponen un nuevo mecanismo inversor público), los Planes Especiales de desarrollo del Plan Insular deben ser, según el Plan Insular, formados por entes ad hoc, normalmente consorcios o empresas mixtas, según se indica en las determinaciones reguladoras de cada operación estratégica.

 

 

Desde el punto de vista de sus contenidos, el Plan de Gran Canaria se configura explícitamente como de estrategia, en cuanto que 1.) selecciona sus objetivos con criterios de relevancia de escala grande, es decir, relacionados con el modelo territorial y con las grandes opciones económicas del territorio, y 2.) limita sus acciones e instrumentos a sólo los que pueden razonablemente afrontarse por las administraciones actuantes, por sí mismas o en concierto con los privados, y los selecciona y jerarquiza según sus efectos inductores contribuyan al logro de sus objetivos específicos.

 

 

BILBAO METROPOLITANO

 

La Ley de Ordenación del Territorio del País Vasco (ley 4/1990) define un instrumento de ordenación global para la Comunidad Autónoma, único al que reserva la denominación de "directriz": las Directrices de Ordenación Territorial (DOT); el resto de las figuras de ordenación las caracteriza como "planes": Planes Territoriales Parciales y Planes Territoriales Sectoriales.

 

Los Planes Territoriales Parciales (PTT) se definen por la Ley básicamente como instrumentos de aplicación directa, esto es, ciertamente como planes, aunque la flexibilidad con que son descritos su contenidos por el texto legal permite entender que se deja a cada plan libertad para establecer determinaciones directamente vinculantes, o de instrumentación autónoma por el propio plan, y directrices para su desarrollo por otros planes o por administraciones ajenas a la que forma el Plan Territorial. Las determinaciones de aplicación directa aparecen como más propias de la intervención sobre las infraestructuras territoriales y los equipamientos de escala supramunicipal, mientras que la aplicación de directrices parece en el texto como más propia de los contenidos urbanísticos que el plan haya de prever. Una situación mixta -definiciones previas para ser desarrolladas por otros planes, y a la vez programas propios y medidas directas- se prescriben para los llamados espacios objeto de medidas de remodelación, regeneración o rehabilitación.

 

El Plan Territorial Parcial de Bilbao Metropolitano, en redacción, sigue la pauta indicada. Se configura como definidor de las infraestructuras territoriales, sobre las que además tienen competencias las administraciones que forman el Plan (Gobierno Vasco y Diputación Foral de Vizcaya). También configura como propias las acciones de saneamiento ambiental y la configuración y obtención de espacios libres estructurantes. La regeneración de enclaves y áreas de oportunidad requiere modificación del planeamiento municipal, y en este sentido el Plan Territorial muestra su carácter de directriz. No obstante, la iniciativa de actuación en tales áreas, y para las operaciones estratégicas que en ella promueve, vuelve a ser recuperada, tras la habilitación municipal, por la administración territorial que forma el Plan metropolitano, aunque en términos de concertación con la iniciativa municipal y la privada.

 

Desde el punto de vista de la cultura de la planificación, el Plan se configura como estratégico, y por tanto selectivo: define un modelo general de estructura, prácticamente configurado por los sistemas territoriales, y selecciona luego áreas y operaciones de mayor efecto regenerador del territorio en su conjunto, y de más previsible inducción de acciones de acompañamiento. El Plan se define a sí mismo como de transformación y maduración del territorio metropolitano para hacer posible la regeneración de la economía desde la situación de obsolescencia del aparato productivo de la industria pesada.

 

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

Se dispone hasta ahora solo de un documento oficial de Avance de "Directrices para la coordinación Urbanística", de 1989, sin que se haya producido avance significativo desde entonces. Recientemente el equipo técnico encargado de reemprender los trabajos ha propuesto la reconducción de los enfoques iniciales hacia opciones de tipo estratégico, sin que hasta hoy haya sido aceptado el cambio por la autoridad que forma el Plan.

 

El documento hasta ahora elaborado (de 1989) se configura básicamente como Directriz, carácter indirecto que se acentúa con la opción aún más limitativa de "directrices para la coordinación".

 

En sus contenidos es un documento pretendidamente exhaustivo, en cuanto que establece indicaciones sobre todos y cada uno de los contenidos clásicos, del tipo "land use planning", de la planificación territorial comprensiva: sistemas territoriales, estructura del sistema de asentamientos, usos del suelo, medio físico, equipamiento, infraestructuras y servicios urbanos, transporte; incluso con voluntad de programación y coordinación de acciones públicas mediante procedimientos que pretende regular.

 

Corresponde en suma a la visión ortodoxa de la Ley andaluza de Ordenación del Territorio, ya expuesta a propósito del Plan Metropolitano de Málaga, a la que estos trabajos previos, de enfoque tradicional geográfico de Sevilla, parecen sin duda haber servido de fundamento al legislador.

 

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

El Plan, que se encuentra en fase de Avance, pone el énfasis de su intervención en los elementos físicos del territorio que define como relevantes a la escala de la comarca que ordena. Se adscribe a sí mismo a la opción instrumental del "amenagement du territoire", pero sin dejar de atender a otras implicaciones relevantes de sus contenidos: relacionando los elementos físicos (elegidos como fundamento de la ordenación) con las estructuras sociales y económicas, y con las estructuras físicas territoriales.

 

Con tal enfoque, el Avance supera la noción de plan de estructura, de la que culturalmente está próximo, mediante su capacidad de análisis interrelacionado y consiguiente carácter sintético de las propuestas.

 

El requerimiento legal y de la administración actuante, de adoptar como carácter propio la exhaustividad o "comprensividad", con sus implicaciones de rigidez y pérdida de capacidad de acción, es obviado por el equipo redactor mediante una diversidad en los grados de definición de las propuestas, consecuente a una zonificación que atiende a la conflictividad y sobre todo a las oportunidades en cada una de las áreas que define como relevantes en su modelo territorial instrumental. No obstante, sin duda por tener que aplicar un enfoque que le viene impuesto, el Plan parece configurarse, al menos en su fase actual de avance, como directriz respecto a las acciones sobre las piezas territoriales que fundamentan sus propuestas zonales.

 

B. Escala de la propuesta

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

En su fase de Avance refiere la concepción de sus propuestas a la mayor escala del territorio marcada por los elementos y sistemas de estructura general y por las grandes piezas en que descompone, analítica y propositivamente, el territorio metropolitano.

 

Pero, en sus fundamentos para la etapa de planeamiento, abre una gama de escalas apropiadas a cada una de las acciones que configura.

 

El objetivo general del Plan se enuncia como de búsqueda de un ámbito de integración de las actividades y las piezas urbanas, es decir, hacer madurar la actual aglomeración desde su carencia de forma y estructura general hacia un concepto metropolitano. Por ello las más de sus acciones se definen como de estructura, sobre los sistemas, y adoptan la escala de definición propia de estos.

 

Pero sobre los sistemas preexistentes, cuya capacidad de articulación debe asegurar el Plan, la gama de acciones es más diversificada, y consiguientemente la de tipos y escalas de propuesta.

 

Sin suplantar el nivel de concreción propio del urbanismo municipal, se definen las operaciones singulares de valor general o estratégico a una escala propia de los planes municipales (p. ej. destino de enclaves de oportunidad, o concepción de piezas o elementos físicos que fundamentan opciones de transformación o regeneración).

 

En suma, se configura como Plan de la mayor escala en cuanto a sus objetivos y a la definición del modelo territorial, y aplica instrumentalmente una gama amplia de escalas acordes a sus objetivos y su variedad de acciones.

 

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

Plan estratégico y de concepto autolimitado a lo territorial, adopta como escala general propositiva la de los sistemas o infraestructuras territoriales, y la de las grandes operaciones estructurantes.

 

Como el metropolitano de Málaga, antes descrito, trabaja con la escala más amplia de la planificación territorial en la definición de los objetivos y del modelo. Pero en las previsiones instrumentales es ecléctico, utilizando la escala solo como una cuestión más de las instrumentales que deben definirse en cada acción del Plan.

 

Lo que interesa de ese trabajo es observar qué nivel de consideración se ha aplicado a la instrumentación de sus variadas previsiones, y ver -como precedente- cómo y cuando se han aplicado escalas afinadas.

 

En la regulación y protección del espacio rural se llega a una definición excesivamente precisa, en cuanto a normativa y afinamiento de medidas. Debe advertirse que ello no estaba en la intención del Plan ni en sus documentos, y que le ha venido impuesto en su tramitación por los órganos del Gobierno autónomo, en razón de su propia visión de la intervención en el territorio rural. Es en todo caso discutible, pero no forma parte del tipo de Plan elaborado.

 

El más preciso nivel de determinaciones que aplica el Plan se refiere a zonas turísticas en reconversión, regeneración o que precisan nueva ordenación. Aquí se llega a la definición propia de los usos y ocupación del suelo, propia de la intervención municipal. Pero precisamente se trata de operaciones que, sin este nivel, carecen de sentido instrumental y se quedarían en la nueva formulación de objetivos o declarativa: son ciertamente acciones de reconstrucción del territorio que solo pueden basar su viabilidad en un análisis y contraste fino de las posibilidades de intervención. En tales determinaciones, la escala de propuesta se mantiene en todo caso en la equivalente gráfica de 1/10.000.

 

Escalas más precisas son aplicadas también para predefinir algunas operaciones estratégicas, pero en estos casos se mantienen como indicativas. Se trata de previsiones tales como regeneración de un sistema de asentamientos en términos de "nueva ciudad", o de operaciones del tipo "ciudad aeroportuaria", o transformación urbana de áreas portuarias. En estos casos se preconfiguran solo algunos elementos en los que se apoya el modelo propuesto, aunque se explicita gráficamente un modelo completo de referencia. Finalmente, en la normativa de urbanización turística se aplica también un nivel de concrección fuerte, impropio de la escala propia del Plan territorial subregional. En este caso tiene un fundamento supletorio, en cuanto a la reiterada incapacidad del planeamiento municipal para atender aquí estos procesos territoriales, y a la ausencia de legislación específica en la materia.

 

 

BILBAO METROPOLITANO

 

Consecuentemente con su enfoque estratégico, adopta desde su inicio la escala mayor, propia de los planes de estructura y de concepto territorial. Se autodefine como plan territorial (del "territorio metropolitano"), y adopta como objeto principal de actuación las cuestiones de forma general de la aglomeración, de la que se propone como objetivo su maduración, es decir, dotarla de atributos metropolitanos. Son evidentemente cuestiones vinculadas al modelo territorial a la mayor escala posible de consideración.

 

Tanto es así que la mayor parte de sus propuestas son formuladas en representaciones gráficas esquemáticas, e inicialmente diagramáticas. Las propuestas de forma y estructura de la metrópoli son concebidas a la escala conceptual e instrumental propia de los planes de estructura: descompone el aglomerado metropolitano en sistemas o elementos territoriales, y piezas o áreas.

 

Desciende a la escala propia de algunas áreas o elementos, pero solo en desarrollo de su estrategia: tras seleccionar elementos y acciones llave y de oportunidad, que son concebidas y predefinidas a la escala propia de cada intervención (área urbana, elemento infraestructural o gran proyecto singular), como calibrado del modelo y configuración instrumental del Plan.

 

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

El Avance se proclama como de nivel propio de un plan de estructura. Su escala es pues la de los sistemas que define: viario, transporte, equipamiento y parques a nivel del conjunto metropolitano. En consecuencia de ello, se sirve fundamentalmente de esquemas y diagramas. En este sentido de las determinaciones de forma y gráficas es quizá de los más consecuentes -de entre los analizados- con su enfoque.

 

Pero a la vez, en cuanto a las opciones que explícitamente contiene sobre regulación del sistema urbano, usos, actividades y flujos, se configura como un plan de usos y ocupación de suelo. Sin embargo carece del grado de precisión que tal pretensión comprensiva requeriría. Bien es cierto que contamos solo con la fase de Avance de Directrices, y que sin duda el trabajo no ha abordado aún la escala instrumental en estos aspectos. Pero ahí puede estar la dificultad operativa de estos planes, y es ello algo de especial interés para nosotros: o este tipo de plan mantiene sus opciones de usos del suelo en términos declarativos y no pretendidamente operativos, o se verá obligado a trabajar con escalas impropias de su nivel (y autoridad), con exhaustividad documental y gran conflictividad en las relaciones interadministrativas.

 

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

Su interés, respecto al manejo de la escala, está en que, aún viniendo obligado a desarrollar los mismos criterios que antes advertíamos en el metropolitano de Sevilla, derivados de la Ley andaluza y de los criterios gubernamentales allí aplicados, elabora con más finura y experiencia la cuestión de las escalas en relación con la estrategia y con la eficacia instrumental.

 

Así, aplica esquemas y diagramas sin escala para definir el modelo territorial. Pero los sistemas y elementos físicos generales son concebidos a escala tal que puedan establecerse las determinaciones morfológicas, que el Plan entiende irrenunciables.

 

De modo análogo a lo que avanza el metropolitano de Sevilla, éste introduce directrices zonales sobre estructura local,usos y tendencias de actividad, que luego habrán de ser desarrolladas por otros planes. Pero a diferencia de aquél, en éste del Alto Guadalquivir se conceptúan como piezas territoriales, en las que se fijan las cuestiones de forma (escasas pero suficientes) acordes con los objetivos. Sin duda, la dificultad instrumental de este enfoque se va a mantener, en cuanto a la comprobada escasa eficacia de aplicar determinaciones secuencial y jerárquicamente mediante planes diferentes. Pero eso es algo inherente al enfoque general aplicado en Andalucía. Las acciones zonales de estos planes deberán encontrar un mecanismo operativo propio (por lo demás, habitual en la legislación y en la práctica europea y española -ZAC, PAU-), aunque concite la intervención de competencias diversas. En una opción instrumental de tal tipo, encontrar una escala de resolución de piezas singulares, en el sentido del Plan Comarcal aquí comentado, es precisamente la cuestión clave.

C. Criterios de selección de los contenidos del Plan.

(Estrategia del Plan)

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

El criterio -de naturaleza más bien metodológica- de atender a los elementos y cuestiones territoriales de mayor escala, que hemos referido en items anteriores, ha dado como resultado que el Avance se ocupe principalmente de aquéllas cuestiones relacionadas con el crecimiento. Y ello por dos cuestiones:

 

a) Porque las opciones de articulación de la ciudad con su entorno (sistema de asentamientos suburbanos y espacio natural) generan oportunidades y sugieren modos de utilización del territorio periférico hasta entonces inéditas o sin soporte estructural suficiente.

b) Porque las propuestas de cualificación del sistema urbano preexistente, que son las de mayor influencia en la imagen y en la capacidad de atracción de la ciudad, tienen efectos de arrastre sobre la inversión.

Es obvio que no ha sido el crecimiento el criterio de relevancia para la selección de los elementos que habrían de formar el modelo, en el proceso de decisiones que ha conducido al Avance; pero sin duda los criterios aplicados estaban de alguna manera relacionados con el desarrollo urbano.

 

El vínculo entre unos y otro parece ser la busqueda de nuevas oportunidades de desarrollo; posibilidades que en consideraciones de menor escala pasan desapercibidas. Es significativo que los planes Metropolitano y Estratégico, que se redactaban en Málaga simultáneamente con el Plan General Municipal, a pesar de su menor responsabilidad instrumental (o precisamente por ello), fueron más creativos en sus concepciones en la fase de Avance. En su elaboración final, el Plan General pudo ser sin embargo más eficaz y concreto, asumiendo iniciativas generando las suyas e instrumentándolas.

 

Pero lo cierto es que el Plan Metropolitano, al elegir como terreno propio el ámbito de la innovación territorial y de las estructuras supramunicipales, está proponiendo implícitamente objetivos de crecimiento (cuando menos, de actividad) y desarrollo urbano.

 

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

Aún siendo su opción básica configurar un modelo físico, huyendo de la planificación integrada físico-económica del tipo "P.D.T.C.", la hipótesis básica de este Plan es de naturaleza económica. Viene a suponer que es la economía turística la responsable de las transformaciones territoriales en la isla, las recién pasadas y las actuales, que es el motor del desarrollo y la principal opción estructurante de la economía insular. Y que por tanto ha de ser el criterio básico de intervención territorial, aplicable mediante otros objetivos y criterios parciales:

 

a) La cualificación del espacio del turismo es la condición básica para fundamentar un desarrollo turístico posible y capaz de arrastrar a otros sectores.

b) La preparación del territorio para asentar y estructurar las nuevas y previsibles actividades y elementos que induzca el desarrollo turístico, es la condición para una posible diversificación de la base económica insular.

c) Descubrir oportunidades inéditas para el desarrollo de actividades inducidas por el turismo sobre otros sectores y ámbitos de actividad, bien aprovechando externalidades de actividades relacionadas con el turismo (como el tráfico aéreo), bien brindando opciones singulares para la diversificación de la economía a partir de los sectores turístico, agrícola o mercantil.

Interesa resaltar aquí cómo de un enunciado aparentemente economista y aún reduccionista (fijación en la actividad turística), se deduce una multiplicidad de objetivos de naturaleza física, en cuya instrumentación se fundan opciones de desarrollo de nuevas actividades.

 

 

BILBAO METROPOLITANO

 

Su opción básica es semejante a la recién descrita de Gran Canaria (son dos planes que, hasta su fase de Avance, fueron redactados simultáneamente). Aquí el criterio básico de naturaleza económica se refiere al declive de la industria pesada y de la siderurgia, y a la necesidad de crear condiciones físicas, mediante un Plan de gran escala, para una reconversión general, un desplazamiento de la actividad económica hacia modos de producción más fraccionados y más vinculados al terciario.

 

Los objetivos subordinados a aquel criterio básico, orientados al descubrimiento de oportunidades inéditas y a la cualificación del territorio mediante su estructuración supramunicipal y su cambio de imagen, son asumidos a su vez como los fundamentos de una nueva economía metropolitana diversificada.

 

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

Corresponde a una noción clásica del territorio supramunicipal como vacío de actividad urbana, al que justamente la visión territorial de escala grande ha de asistir con criterios de salvaguarda.

 

La instancia metropolitana se configura básicamente como no urbana, en cuanto que su campo más genuino de intervención es el territorio no urbanizable.

 

Es significativo advertir que esta opción (que encontramos originalmente en los planes "comprensoriales" italianos de los años 70) fué adoptada también por la Comunidad de Madrid en sus orígenes (Ley "Mangada" sobre ordenación territorial de 1985), y luego abandonada en la práctica, hasta ser sustituida recientemente (1995).

 

En sus restantes determinaciones, la opción metropolitana de Sevilla se muestra -como opción pura estructural en su sentido clásico- como suma de opciones sectoriales: racionalización técnica de los modelos arterial y de asentamiento de actividades.

 

Carece por tanto de enfoque estratégico, y sus criterios son pues parciales. Los elementos que han de formar parte del modelo vienen dados por la tradición manualística del planeamiento de estructura.

 

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

La estrategia del plan se basa en cuatro criterios:

 

a) Guiar, reconducir o evaluar iniciativas y proyectos.

b) Definir las estructuras del territorio y los elementos que las forman, de modo que estos sean referencias para el objetivo primero, de evaluación y reconducción de proyectos.

c) Controlar las estructuras territoriales y las iniciativas de intervención en varias escalas: buscar su validez simultáneamente como elementos generales del territorio comarcal, y como piezas útiles y adecuadas a la escala local, igualmente relevante en este territorio, que es especialmente sensible a la escala individual de cada núcleo.

d) Asume que, en el marco estructural propuesto, las cosas van a evolucionar con un alto grado de incertidumbre, debido a la debilidad de la dinámica local de desarrollo. Por lo tanto, al no ser previsibles los escenarios de desarrollo, no preconfigura ni imagina resultados ni otros elementos que los fundamentales de referencia. Desarrolla pués más bien métodos de evaluación de iniciativas, sin definir todos los elementos del modelo territorial.

D. Contenidos y elementos del modelo territorial.

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

a) Red viaria estructurante de rango metropolitano.

b) Nodos de la red con valores, simultáneamente, de gran accesibilidad y de oportunidad para el desarrollo de actividades en sus inmediaciones.

c) Centros e instalaciones principales de comunicación (aeropuerto, puerto, estaciones, centros de transporte ...), en relación con otras funciones que pueden desempeñar, con la externalidad de las inversiones previstas en ellos, y con los efectos que inducirán.

d) Nuevas áreas de oportunidad para actividades económicas.

e) Modelo de asentamientos turísticos.

f) Areas suburbanas de vivienda.

g) Areas urbanas de vivienda consolidadas, con procesos degradantes de su capacidad y calidad residencial.

h) Acciones singulares de equipamiento o salvaguarda en la costa.

i) Acciones sobre los sistemas hidráulicos.

j) Sistemas naturales que requieren acciones positivas (Parques metropolitanos, regadíos, hitos paisajísticos).

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

a) Red insular de carreteras, concebida como soporte del modelo de asentamientos y de su transformación.

b) Zonificación turística del territorio, definiendo las áreas de reconversión, de reconducción de procesos iniciados y de nueva ocupación. Diferenciación del turismo según tipos y áreas, y establecimiento de normativa singular de urbanización y edificación para la actividad turística.

c) Operaciones selectivas de estructuración y transformación de enclaves residenciales.

d) Operaciones de dotación de grandes equipamientos, vinculadas a acciones infraestructurales (costeras, arteriales en centros de comunicaciones ...).

e) Operaciones para la implantación de actividad económica en áreas y enclaves de oportunidad.

f) Acciones sobre los sistemas naturales protegidos.

 

BILBAO METROPOLITANO

 

a) Red viaria estructurante, significando dentro de ella los elementos de más eficacia para la construcción del modelo territorial.

b) Nudos y rótulas de la red viaria estructurante, considerados en su triple concepción de nodos de accesibilidad, inductores de actividad y conformadores de imagen.

c) Líneas ferroviarias de metro y cercanías, así como sus nodos de intercambio modal, consideradas bajo una concepción análoga a la del punto anterior.

d) Otros nodos de comunicaciones, como Aeropuerto, Puerto, estaciones y centros de mercancías, en cuanto a la función renovada que deben desempeñar en el territorio reconstruido.

e) Areas de obsolescencia industrial, concebidas como lugar de operaciones de regeneración de estructura urbana.

f) Areas de oportunidad, singularizadas y seleccionadas, para la implantación de nueva residencia y dotaciones para la población.

g) Sistemas naturales con función positiva, sobre los que se interviene para construir el nuevo territorio.

h) Sistemas hidrológicos sobre los que se interviene para su regeneración ambiental y cualificación, por su peso en la construcción de la metrópoli.

i) Políticas medioambientales singulares: saneamiento de cursos de agua y regeneración de suelos contaminados.

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

a) Sistema urbano. En su acepción clásica de plan de estructura, asigna a cada uno de los núcleos preexistentes una función en el reparto de la población y de las actividades urbanas.

b) Espacio industrial y terciario. Establece criterios de intervención, correctores o impulsores, en cada una de las implantaciones preexistentes.

c) Equipamiento metropolitano. Da criterios de cuantificación/localización de equipo urbano a niveles inferiores al metropolitano. Establece como tema genuino de la dotación metropolitana el "Sistema Verde".

d) Espacio rural. Se establece una división afinada y muy prolija de unidades naturales, y se les asigna criterios muy pormenorizados de regulación, del tipo de los "planes de medio físico natural".

e) Comunicaciones. Se incluye cada uno de los sistemas de transporte y comunicaciones, y se establecen los criterios de actuación con lógica sectorial para cada uno de ellos.

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

a) El eje viario principal que define este territorio como "corredor".

b) El río entendido como coadyuvante en la definición del corredor, en paralelo al eje viario territorial.

c) El sistema de asentamientos organizado según el "corredor".

d) Las áreas de oportunidad que el trabajo detecta y selecciona, y que el modelo propuesto impulsa.

e) Las áreas naturales con función positiva de parques, y el espacio natural que requiere medidas de protección.

f) Las áreas en transformación agrícola.

E. Instrumentos para el desarrollo del Plan.

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

a) El propio Plan, y por consiguiente el modelo territorial en que se basa, se definen como referente, como modelo abierto, y no como plan de imagen final. Se configura por tanto como instrumento flexible para la adopción de decisiones.

b) Propone el mecanismo de la concertación entre administraciones públicas y con los privados para el desarrollo de las propuestas, mediante un repertorio de formulas concretas, que incluye desde los convenios y consorcios hasta las sociedades mixtas y agencias.

c) Introduce el mecanismo de los proyectos directores como instrumento genuino de desarrollo del Plan con criterios integradores de acciones diferentes, en operativos unitarios y concertados.

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

a) Diferencia las medidas que han de aplicarse mediante otros planes (directrices) de aquéllas que son de aplicación directa (para las acciones infraestructurales, las operaciones estratégicas, los proyectos directores y ciertas normas urbanísticas de interés estratégico regional, como la regulación de la urbanización turística).

b) Introduce como figura de desarrollo el Subplan, referido a ámbitos concretos y preconfigurados en el Plan. A este instrumento se le atribuyen análogas capacidades que al Plan Territorial, al concebirse para ámbitos aplazados o demorados de planeamiento al mismo nivel.

c) Aplica como figura de desarrollo la prevista en la Ley canaria de Planes insulares: los Planes Especiales, que se limitan al desarrollo de los sistemas territoriales y de las medidas de protección de la naturaleza.

d) Vincula procedimentalmente las actuaciones en suelo no urbanizable con la legislación canaria sobre evaluación de impacto ambiental.

e) Las medidas propuestas para los Espacios Naturales protegidos se instrumentan mediante P.R.U.G. (Planes Reguladores de Usos y Gestión).

f) Establece directrices para la coordinación administrativa intersectorial en sus previsiones de actuación sobre sistemas que son competencialmente propios de Administraciones sectoriales, como sucede en la agricultura, las carreteras, etc.

g) Introduce el concepto de Operación Estratégica. Para cada una de ellas se preconfigura el instrumento proyectual de desarrollo apropiado (tipo y nivel de plan o proyecto), y se ofrece una gama de posibilidades alternativas de gestión concertada.

 

BILBAO METROPOLITANO

 

a) Mecanismos de "convencimiento" administrativo para incluir las infraestructuras propuestas en los programas de inversión y presupuestos de los organismos inversores correspondientes. Hay que advertir que el Plan confía en este mecanismo debido al carácter excepcional que en el ámbito político se le ha conferido a la planificación metropolitana y a la regeneración productiva de Bilbao, que ha dado lugar a la constitución de la sociedad pública Bilbao Ría 2000.

b) Se remite a la sociedad pública la función de coordinación y fomento de las acciones previstas por el Plan. Se propone la transformación de ésta en Sociedad-Holding, para coordinar y articular a otras sociedades gestoras, que agruparían a administraciones, organismos y empresas públicas que no estén incluidas en la empresa matriz.

c) Preve mecanismos de concertación de acciones donde se integren con las Administraciones públicas los particulares propietarios de suelo, directamente o asociados con promotores especializados.

d) Como instrumento de desarrollo de planeamiento, el Avance propone modificaciones puntuales del planeamiento municipal, y planes especiales para las áreas de oportunidad estratégicamente seleccionadas.

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

Asumiendo estrictamente su declarada condición de Directrices, el Avance se limita a:

 

a) Criterios y medidas que han de desarrollar los distintos órganos sectoriales de las Administraciones públicas.

b) Directrices para la modificación o redacción de otros Planes con incidencia en la Ordenación del Territorio y de los Planes Urbanísticos, en lo que resulten contradictorios con las Directrices o hayan de complementarse según ellas.

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

Este documento de Avance no preconfigura todavía en esa fase los mecanismos ni instrumentos administrativos o jurídicos adecuados para el tipo de determinaciones que contendrá el Plan, pero a la vista de sus contenidos parece que la voluntad del planificador es configurar una gama amplia de mecanismos e instrumentos.

 

En efecto, el Avance define con precisión tipos muy variados de actuaciones, tanto temáticas como zonales, y tanto sobre elementos o estructuras singulares como sobre áreas.

 

Es de prever por tanto que el Plan estará abocado a ofrecer una gama amplia de instrumentos, desde directrices a determinaciones propias, que incluyan no solo los mecanismos de vinculación a otros planes, propios de la legislación territorial andaluza, sino que tendrá que encontrar modos de instrumentación propia, mediante el concierto interadministrativo y a través de operativos singulares para las actuaciones zonales.

F. Mecanismos de control.

AGLOMERACION METROPOLITANA DE MALAGA

 

a) Control institucional. Por imperativo legal la elaboración del Plan se realiza bajo los criterios y supervisión de una Comisión Redactora, integrada por representantes de los Ayuntamientos y de otras Administraciones públicas con incidencia en el territorio. Previsiblemente sea éste el embrión de un posterior organismo de seguimiento y control de aplicación.

El Plan no preve -ni aconseja- la constitución de una Entidad administrativa metropolitana.

b) Control normativo. El Avance no lo preve explícitamente, pero parece que de sus previsiones se deduce la necesidad de algunas normas especificas para regular situaciones de valor estratégico (p.ej.: parámetros de urbanización para usos innovadores; normas de calidad del espacio turístico; de protección ambiental, etc.).

c) Mecanismos impulsores y de gestión. Renuncia a la programación sistemática. Limita la iniciativa pública a los contenidos estratégicos. Precisa los objetivos y deja abiertas las modalidades de actuación. Propone formas jurídicas de consorcio y empresas mixtas, con capacidad de actuar como concesionarios, diversificadas y específicas por acciones, áreas o proyectos. El Plan ha de contener las bases estatutarias habilitadoras de los entes ejecutores.

 

PLAN INSULAR DE GRAN CANARIA

 

a) Control institucional. Se preve residenciar el seguimiento, control e impulso para la ejecución, en el organismo que ha iniciado y elaborado el Plan (Cabildo Insular), mediante un órgano colegiado que integre a los Ayuntamientos y a las Administraciones públicas con responsabilidad territorial, con presencia de entidades de relevancia ciudadana.

b) Control normativo. Aplica normas directas, tanto mediante texto articulado como mediante determinaciones gráficas. Establece directrices para revisión y redacción de planes municipales. Y finalmente establece indicaciones (en texto y gráficas) no vinculantes, orientadoras y definidoras de los modelos para las acciones de desarrollo.

Establece procedimientos reglados para las actuaciones no reguladas ex lege en suelo no urbanizable.

c) Mecanismos impulsores y de gestión. Carece de programación. Contiene un mecanismo de preconcertación, obligando a los Ayuntamientos a pronunciarse durante el periodo de tramitación del Plan sobre su aceptación o no de las acciones previstas en su territorio.

Establece indicativamente para cada operación y acción las formas jurídicas de consorcio, convenio o empresa, apropiadas a la naturaleza de cada actuación.

 

BILBAO METROPOLITANO

 

a) Control institucional. Las acciones directas que son competencia de las Administraciones que inician y forman el Plan (Gobierno Vasco y Diputación Foral) estarán previstas en sus programas propios de inversión. Como instancia de coordinación con otros ámbitos competenciales del Estado, propone una sociedad pública.

Para la coordinación con Ayuntamientos propone sociedades gestoras promovidas por la sociedad pública general, que actuaria a este respecto como holding.

b) Control normativo. La fase de Avance del Plan no permite predecir si éste se decantará por la producción de normas y determinaciones -más allá de la previsión de acciones infraestructurales- de aplicación directa y cerrada, aunque parece deducirse que no se entiende ésto como mecanismo propio del Plan.

c) Mecanismos impulsores y de gestión. Encomienda esta responsabilidad a la sociedad pública de coordinación general y a las sociedades gestoras.

La colaboración de la iniciativa privada la preve mediante su incorporación a las sociedades gestoras.

 

AREA METROPOLITANA DE SEVILLA

 

a) Control institucional. El Avance preve la programación como instrumento específico: programación general clásica de todo el proceso, con dimensionamiento y prioridades en la secuencia de ejecución, y programas a medio plazo por sectores.

Preve también establecer los procedimientos para coordinación de programas locales, sectoriales y metropolitanos.

Se programan incluso las actuaciones especiales, y se preven criterios para la programación municipal.

b) Control normativo. No parece, a la vista del Avance, instaurarse regulaciones normativas directas como elemento propio de este Plan, aunque previsiblemente tampoco las excluirá totalmente.

c) Mecanismos impulsores y de gestión. Carece de ellos, salvo los mecanismos legales consuetudinarios.

 

PLAN COMARCAL DEL ALTO GUADALQUIVIR

 

a) Control institucional. El avance no propone una acción sistemática y comprensiva, sino una selección de ámbitos de actuación. Por tanto las decisiones y previsiones tienen carácter estratégico y, dicho explícitamente, no vinculante. El Plan se configura como marco general y flexible. El Documento del Plan trata de ser, por sí mismo, el instrumento de control. Faltaría determinar qué organismo estaría encargado de tal modo de vigilancia e iniciativa, pero esto no se preve aún en la fase de Avance.

b) Control normativo. Carece de él en la fase de Avance, y de sus declaraciones parece deducirse que no se cuenta con ello, manteniéndose todas sus determinaciones con carácter indicativo.

c) Mecanismos impulsores y de gestión. Preve formulas y procedimientos de actuación dinámicos en los ámbitos de las definidas como Areas de Oportunidad.

 

3. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

3. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

No todas las cuestiones objeto de análisis comparado están resueltas, ni siquiera enfocadas, en todos los planes que se han considerado, en cuanto que la mayoría de ellos son avances o trabajos no acabados. Se ha tratado sobre todo de descubrir sus opciones ("por dónde van") aunque no las tengan explícitas o formuladas.

Pero como, en definitiva, la pretensión de este estudio era concluir con unos Criterios y Recomendaciones para la actuación en Zaragoza, que sean producto tanto del análisis valorativo de las experiencias anteriores, como de sus experiencias e incluso sus frustraciones, se han establecido en base a todo ello unas recomendaciones que se exponen por apartados análogos a los que han servido como términos de valoración.

 

3.1. Cuestiones relativas al tipo o modelo de intervención.

 

Para definir el tipo de intervención que va a configurarse con la Directriz, ha de tomarse opción sobre determinados atributos de ella, que pueden ser en principio definidos según gamas de opciones muy amplias, pero que conviene acotar. La propuesta sobre el tipo de plan no podrá nunca justificarse técnicamente como la mejor, ni como evidente: no hay una racionalidad técnico-instrumental de la que se pueda deducir un óptimo para estas cuestiones. Son más bien los motivos y objetivos generales de cada planificación los que determinarán el plan a configurar. Para adoptar esta decisión, Los atributos fundamentales del modelo que deben considerarse y explicitarse son:

 

 

a) Escala. Debe adoptarse una imagen del plan de entre las denominadas en la terminología de la ordenación territorial como "plan o esquema de estructura regional", y la mera coordinación supramunicipal o "plan de planes". Esta decisión no debe establecerse con un único criterio, pues si bien la finalidad de la Directriz es proponer un modelo conjunto y total de la metrópoli, lo que demanda una opción más estructural, algunos objetivos urbanísticos hacen deseable una consideración también de escala menor, con atributos morfológicos. Para definir esta cuestión ha de atenderse a:

 

 

1º. Evitar el nivel inferior de la mera coordinación intermunicipal. El modelo territorial metropolitano ha de encontrar un nivel de decisiones propio, por encima de la escala del plan municipal.

 

 

2º. Entender el nivel propio como aquel en que puede describirse y entenderse la estructura general de la metrópoli, que será aquélla que relacione los elementos de escala menor elaborados por los planes locales, con la estructura metropolitana. (La estructura de relación puede tener elementos comunes con las otras (metropolitana o local), y también elementos propios).

 

 

3º. La aproximación morfológica será tanto más posible en tanto que se incorpore a la Directriz como atributo de cada elemento de la estructura.

 

 

 

b) Estrategia. Tres son los enfoques con que ha de ser enfrentada esta cuestión:

 

 

1º. Selectividad, optando entre: a) desarrollar una capacidad de fuerte filtraje (o establecimiento de estrictos criterios de relevancia) y b), un modelo comprensivo. Esta parece haber sido una cuestión muy bien ilustrada mediante los documentos analizados, que han optado, aunque no siempre, por una fuerte capacidad selectiva.

 

 

2º. Innovación. Ha de optarse, o bien por la atención preferente a los fenómenos de innovación territorial (es decir, a las actividades innovadoras en su modo de usar el suelo), o bien por una vía deductiva o preconfiguradora de los comportamientos según modelos de racionalidad global. Si los ya muy difundidos fracasos en la experiencia internacional de la ordenación del territorio aconsejan evitar decididamente esta segunda opción, serán principalmente los objetivos metropolitanos de impulsar la competitividad de Zaragoza los que pongan en el centro de atención de la Directriz los fenómenos de innovación territorial. En las experiencias analizadas, y en general en las de la última década, se confirma el objetivo hoy tan propio de la organización metropolitana, de atraer actividades que precisan flexibilidad de ordenación urbanística. Ello es consecuencia de la rapidez e incertidumbre de las mutaciones socio-económicas para las empresas y sus instalaciones.

 

 

3º. Control. De acuerdo con la tendencia más reciente y de mayor éxito de un urbanismo impulsor y movilizador, las actitudes normativas y controladoras deberán ser manejadas como un instrumento posible a esta escala, pero más propio de otras (la municipal y la de las regulaciones jurídicas generales), pero no deberá ser un objetivo principal (ni estratégico) de estos documentos. Aunque el uso de normas y controles será inevitable, es evidente que el control mediante mecanismos de negación y prohibición no es el objetivo ni el instrumento propio de esta escala de trabajo, excepto para las grandes opciones de salvaguarda ambiental del territorio.

 

 

 

c) Aplicación.

1º. Gestión. La institución propia de este nivel de intervención es la concertación. Los mecanismos de programación son más propios del planeamiento de escala inferior y de los planes sectoriales. El cruce de unos y otros (que es la base de la intervención regional o sub-regional) no puede programarse con autonomía administrativa. Es solo posible como producto de la concertación.

 

2º. Instrumentos de desarrollo. La figura propia de este tipo de plan no pueden ser los proyectos sectoriales según formas autónomas de consideración, tal como son entendidos por cada administración sectorial competente. El instrumento propio de actuación de estos planes es el de operación o proyecto director, caracterizado por:

1. Corresponde a una inversión sectorial en una acción o elemento seleccionado como estructural o estratégico en razón de un objetivo específico (de estructuración, regeneración o imagen).

2. Tiene efectos impulsores: en el propio proyecto se aprovecha la externalidad de la inversión sectorial como componente y locomotora del proyecto en su conjunto.

3. Es por tanto un proyecto de escala grande y complejo, que satisface más de un objetivo, y requiere y hace posible el concurso de otros agentes inversores.

4. Tiene efectos difusores, impulsando dinámicas de crecimiento, cambio o reestructuración.

5. Corresponden a acciones concertadas entre administraciones y con los privados.

Es evidente que este no puede ser el único instrumento de aplicación de los planes territoriales. Ni tampoco siempre podrá contener tales características de modo completo. Pero sí ha de tenerse como el instrumento más propio de esta escala, y para el tipo de directriz operativa que tratamos de definir.

A este propósito, y en consecuencia de estos puntos de vista, hemos de advertir que los planes de ocupación y usos del suelo no deberán ser un instrumento específico de este nivel de ordenación territorial. Son precisamente las operaciones (en aquel sentido arriba indicado) que se formulen para un área, las que mejor podrán impulsar la dinámica o la transformación que se desee activar en ella.

 

 

d) Modelo territorial.

Ha de adoptarse una opción sobre el modelo metropolitano, entre la concentración y la dispersión, o dicho de otro modo, establecerse los límites de la dispersión. O, expresado en términos clásicos, plantearse ¿"comarca urbana" o "ciudad-extendida"?. Evidentemente no es esta una variable que se pueda valorar numérica ni geométricamente. Es algo así como el "límite del riesgo asumible" por la adopción de decisiones que empujen a la dispersión, que, en principio y genéricamente, es un objetivo hoy generalmente asumido. De una parte, hay cuatro factores que aconsejan la desconcentración:

1. La excesiva densidad del continuo urbano del municipio central.

2. La rigidez del actual modelo concentrado para preparar productos urbanos (residenciales, de producción o de ocio) acordes con las nuevas demandas.

3. Las ventajas de la nucleación para determinadas actividades.

4. El aprovechamiento de la accesibilidad nodal de las nuevas infraestructura grandes de comunicación.

Se aconseja pues, como método más que como actitud, trabajar con hipótesis de dispersión, no tanto elaborándolas como decisiones de cuya suma se deduciría el modelo metropolitano, sino como ensayo de los límites y los problemas de la dispersión.

Dos de estos límites clásicos -la competencia con la naturaleza y con la agricultura, y la capacidad del modelo de comunicaciones metropolitanas- deben ser particularmente discutidos y explicitados a la luz de las oportunidades y capacidades de cada parte del territorio, a fin de alimentar luego la decisión conjunta.

 

 

 

3.2. Aportación metodológica al contenido de los trabajos.

 

La primera y principal clarificación de método que se ha de alcanzar será establecer los criterios de relevancia según los cuales se van a asumir como cuestiones territoriales determinados atributos del territorio. Es decir, definir qué es el territorio objeto de esta consideración, y por tanto, qué entra y qué se queda fuera de los modelos analítico e instrumental.

 

Determinar cuáles son los contenidos de lo territorial o lo metropolitano en la aglomeración de Zaragoza requerirá diversas aproximaciones; ser considerado desde diferentes puntos de vista. Será preciso:

 

a) Determinar qué elementos o sistemas del territorio tienen rango metropolitano y son por tanto componentes de la estructura territorial.

 

b) Determinar qué áreas o piezas del territorio tienen también función estructural, o incluso si el tipo de aproximación instrumental que contendrá la Directriz debe hacer de esas áreas su objeto de intervención, o limitarse a lo que se defina como elementos.

 

La selección de tales componentes del modelo territorial podrá ser diferente según la naturaleza de las diversas zonas y la escala a la que haya de ser considerada cada una, o bien ser unitaria. Esta es una opción de método que ha de aclararse previamente.

 

c) Aunque con la Directriz estamos prefigurando un instrumento impulsor, no limitado a la actitud "remedial", es preciso ocuparse de los problemas y determinar por tanto qué es y qué no debe asumirse como problema a esta escala de la acción territorial. Primero, entendemos que debe limitarse, en estos trabajos, el concepto de problema a aquéllos con implicaciones físicas. Luego, desde un punto de vista instrumental, deben considerarse dos tipos de problemas: unos, en relación con los objetivos, constituyen sin duda la aproximación más política a la intervención, en cuanto que, en principio y salvo casos de evidencia, solo puede asumirse como problema aquéllo que haya sido apreciado y sea también asumido como tal por las instituciones públicas.

 

Otros, los problemas relacionados con la instrumentación (aquellos que dificultan el proceso de ejecución, lo que se opone a las acciones de aplicación de las decisiones) tienen una categoría diferente a la de los problemas-objetivo. Los problemas de instrumentación, que son en definitiva las resistencias a la aplicación del modelo, pueden ser incluso una medida del interés de las decisiones, y servirán para fundamentar la estrategia, en cuanto que uno de los objetivos del plan es desarrollar capacidad movilizadora.

 

d) Qué debe aceptarse como oportunidades de intervención, y cómo detectarlas.

 

Habrá de tomarse opción sobre tres niveles de oportunidades:

 

- las ya antes formuladas y aún ociosas.

 

- las emergentes, reconocibles pero aún no formuladas como tales.

 

- las que se podrán crear por empuje de la Directriz.

 

Esta cuestión es especialmente pertinente a esta escala de la planificación territorial, que es precisamente la que permite identificar las oportunidades que son imposibles de apreciar a la escala municipal.

 

Por su naturaleza, las oportunidades de acción no pueden predecirse en términos de tipología, listado previo o taxonomía. Resultarán de la conjunción entre el orden territorial que descubra y proponga el plan, y los procesos sociales y económicos que ocupan o transforman el suelo. Precisamente se trata de asignar un orden al territorio tal que induzca nuevas estrategias de ocupación/utilización del suelo. Por ello, la contribución más eficaz a la detección y organización de las oportunidades será la atención que se preste a las actividades y comportamientos económicos innovadores en su modo de usar el territorio, aquellos que ocupan nuevo suelo u organizan "de otra forma" el espacio ya ocupado. Respecto a las actividades, económicas, por ejemplo, las oportunidades que interesan son aquellas que permiten incrementar la capacidad de la metrópoli para atraer y desarrollar actividades, pero que no pueden hoy disponer del suelo y de otros recursos territoriales en la forma adecuada, no por su inexistencia, sino por una inadecuada previsión del rol que han de jugar en el modelo general.

CUADRO-RESUMEN DEL ANALISIS COMPARADO DE CINCO EXPERIENCIAS ESPAÑOLAS

 

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ORDENACION DE ACTIVIDADES PRODUCTIVAS EN EL TERRITORIO

Damián Quero Castanys. 1995

 

© Damián Quero Castanys

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Las nuevas cualidades del espacio productivo y la planificación urbanística.

 

Los nuevos modos de organización de la producción y las relaciones políticas entre naciones han tenido como consecuencia en la última década el protagonismo de las ciudades en la reorganización de la economía mundial, diluyéndose las barreras nacionales y revalorizándose el espacio urbano como factor de la organización económica.

 

La importancia adquirida por las ciudades, con sus cualidades y capacidades para impulsar la actividad económica, ha traído al primer plano de la planificación y de la gestión urbanística la noción de eficiencia del espacio. Este concepto trata de expresar las cualidades que ha de tener el espacio urbano para adecuarse a los modos actuales de organización de la producción, y para atraer recursos, bien sean de inversión o bien profesionales cualificados.

 

No hay una definición precisa y de validez general para describir tal idea de eficiencia urbanística, en cuanto que depende de las actividades en las que cada ciudad decida basar su fuerza económica, su competitividad y sus objetivos de desarrollo.

 

Pero, en general, el valor del espacio como factor de reactivación de las economías urbanas está ligado hoy a cuatro cuestiones: la calidad residencial, como factor de atracción de población cualificada, vinculada a la oferta de instalaciones y oportunidades culturales y de tiempo libre, la eficacia y fiabilidad de los sistemas de transportes y comunicaciones, como factor básico en el modo de organización de la producción, en cuanto que se han multiplicado las relaciones en forma de redes de empresas interconectadas; y la calidad del espacio para la producción, así como la flexibilidad o elasticidad de su regulación urbanística y edificatoria.

 

En España, en estos años, la preocupación pública por dotar de eficiencia al espacio de las ciudades se ha orientado sobre todo a mejorar el funcionamiento e imagen de los sistemas e instalaciones de transporte y comunicaciones, a la dotación de centros culturales y a la promoción de espacios singulares para la producción y la investigación, en cuanto que se ha supuesto a estas actividades mayor efecto dinamizador e inductor de la acción de los privados. Por ello hemos vivido una cultura urbanística bajo la idea dominante de los llamados grandes proyectos o proyectos urbanos, que ha madurado y ha sido posible porque coincidió con el ciclo económico expansivo de la segunda mitad de los años 80. La eficacia de los resultados de este quehacer es evidente, así como el progreso que ha producido en el saber hacer urbanístico, tanto de la administración pública como de las empresas privadas.

 

Pero mientras tanto se han estancado otras capacidades propias del quehacer profesional y de la actividad urbanística pública: la ordenación del crecimiento urbano, residencial o productivo, y la organización de los tejidos o de las piezas urbanas, apenas si han evolucionado desde los hallazgos y experiencias de los años sesenta. Se diría que el éxito en la concepción y ejecución de grandes proyectos singulares ha puesto de manifiesto la esterilidad en el proyecto de las piezas urbanas normales, del espacio común -cuantitativamente dominante- de las ciudades, que en los planes y en las experiencias concretas de urbanización apenas si alcanza la idea (urbanísticamente miserable) de "relleno" entre grandes instalaciones e infraestructuras.

 

 

 

Una actualización de la idea de ordenación urbana en el espacio para la producción.

 

La organización de las actividades económicas en el territorio busca hoy una nueva cualidad: la elasticidad, es decir, un modo de concebir y regular el espacio tal que la relación entre la ordenación del suelo y el desarrollo de las actividades no sea biunívoca, previamente definida y cerrada, sino que corresponda a modelos abiertos. Se trata de postular un principio de orden reconocible, pero atendiendo a la vez a los factores -impredecibles- que intervienen en cada organización de la producción, y que se alteran además durante la vida de cada instalación productiva. Lograr una liberación de los códigos de forma geométrica (de la parcelación, la ocupación, el volumen, etc.) sin renunciar a la noción de orden, es decir a los atributos de orientación y de continuidad en la figuración del espacio, es algo que requiere nuevos conceptos de orden e instrumentos de planeamiento urbanístico que hoy, tras la experiencia en el proyecto del espacio abierto de la periferia, empiezan a ser posibles.

 

Hasta hace poco, el orden en la ciudad no tenía más referencia estética que los modelos geométricos ilustrados. Por ello se ha venido confundiendo la noción de "planeamiento urbano" con la modelización del espacio según un código de forma geométrico, que relaciona linealmente la forma del soporte físico (el suelo) con la del espacio público y con la edificación. Si bien este enfoque puede seguir siendo adecuado para regular la intervención sobre el palimpsesto de la ciudad, el centro histórico y las áreas urbanas consolidadas, la sensibilidad estética y la fantasía del hombre actual puede experimentar y comprender espacios donde convivan códigos de orden diversos, incluso contrapuestos. Como muestra la ya larga experiencia de la urbanización turística de baja densidad, y como también se ha ensayado en la organización de las periferias actuales, es posible concebir y construir espacios de estructura abierta, donde el resultado final de la aplicación de un plan no sea necesariamente una figura geométrica decidida anticipadamente por el planificador, sino el producto del juego entre algunos objetivos prefijados y un proceso relativamente impredecible. En suma, frente a los planes que gustan de expresarse mediante previsiones de "imagen final", es hoy posible asegurar mediante el plan de urbanismo ciertas cualidades del espacio para que pueda ser experimentado como gratificante, emotivo y orientador -cualidades del espacio ilustrado-, pero cuya configuración sea, como en toda producción humana, producto del conflicto ineludible entre lo razonado y lo contingente, entre la estrategia y el azar.

 

 

 

Paisaje y función, fundamentos del orden en el nuevo espacio para actividad económica.

 

Como sucede en ciertas instalaciones urbanas de baja densidad en espacios naturales -asentamientos turísticos o áreas deportivas- la ordenación del espacio para la producción en la periferia no puede encontrar sus argumentos de forma urbana en las formas de la ciudad preexistente. Las referencias de organización en la periferia, o bien son naturales o están marcadas por elementos hasta ahora no tenidos por urbanos, como son las infraestructuras de transporte, las obras hidráulicas, instalaciones productivas o técnicas aisladas, etc. La escasa cantidad de edificación y la baja densidad de actividad propia de estas nuevas áreas no permiten concebir en ellas el espacio urbano según códigos tipomorfológicos. Tampoco la ciudad preexistente tiene capacidad para imponer la reproducción de sus propios tejidos, ni de sus elementos, a un espacio cuyo material básico es tan escaso y poco común con el continuo edificado.

 

¿Cual ha de ser entonces el orden del espacio productivo más allá del borde de la ciudad? ¿Un modelo culto, que proponga la superación del arcaísmo del territorio rural mediante geometrías proporcionadas y equilibradas, o el orden natural inalterado o restaurado?.

 

Organizar el espacio más allá del borde de la ciudad no ha de consistir en optar por un orden natural o por uno urbano. Se trata de resolver la convivencia entre ambos, expresando paisajísticamente la fricción, la tensión permanente e inevitable entre ellos: la desenvoltura de la escena natural ha de acercarse y estar presente en la ciudad postindustrial y postservicios; a la vez las formas de las piezas urbanas en la periferia han de conferir al paisaje natural los valores de orientación y representación que lo hacen civilizado. Uno y otro sistema de valores coexistirán y se modificarán mutuamente sin confundirse. Las formas urbanas y los espacios naturales han de coexistir y resbalar entre sí sin chocar ni sustituirse, y en la forma de sus tangencias, en su fricción, aparecerá y se reconocerá un paisaje de nueva condición, que reunirá los valores naturales y la condición urbana, influyéndose mutuamente sin fundirse nunca del todo. Por el contrario, y como tantas veces se ha dicho, lo que muestran y denuncian frecuentemente nuestros actuales paisajes periféricos es la incapacidad del planificador para aceptar las preexistencias del territorio como materiales con los que elaborar los proyectos, sin contraponerse a ellos ni contradecirlos con sus propuestas.

 

De la experiencia reciente de intervención en espacios metropolitanos podemos deducir algunos criterios operativos y de proyecto. Su fundamento consiste en relacionar el enfoque paisajístico de la organización territorial con algunas cuestiones funcionales:

 

a) La estructura general del territorio cumple siempre una función básica de comunicación y organización de la movilidad general. Pero, sobre todo, aquí los criterios de forma y de trazado de las infraestructuras habrán de atender, incluso con más interés, a razones de adecuación paisajística y de forma del territorio.

b) Ha de asegurarse la correlación entre el modelo viario principal y la organización del sistema de piezas; entre la malla básica de relaciones y el modo de ocupar el territorio.

c) La idea de adecuación paisajística es una cuestión que no solo debe entenderse como exigencia de elusión de impactos y de remedio del deterioro ambiental. Más allá de ello, las infraestructuras de comunicación deben aplicarse a valorar formalmente el espacio, a facilitar una lectura comprensible de sus ámbitos y recintos. De manera que, con frecuencia, no se trata de encontrar diseños y trazados bajo el criterio de minimizar el impacto, sino que el método de concepción y proyecto ha de orientarse más bien hacia la búsqueda de formas y posiciones que reconozcan y registren el territorio y contribuyan, por su mismo trazado y mediante los puntos de vista que creen, a valorar y comprender la organización general.

d) Pero la estructura tampoco es sólo, ni principalmente, una cuestión de infraestructuras: la organización de las piezas urbanas en el espacio, la forma en que éstas modifican el paisaje contribuyendo a valorarlo o a destruirlo, y sobre todo el valor de las áreas o piezas vacías -naturales-, serán los criterios básicos de proyecto a la escala mayor, determinantes de la estructura y de la forma general de un espacio en la periferia metropolitana.

En suma, la cuestión de la estructura del espacio productivo en la periferia es, a la vez que funcional, una cuestión de forma y posición de las piezas (urbanas y vacías).

 

Elegir la localización adecuada de las piezas, delimitar los vacíos que aseguran la comprensión del relieve y la forma del territorio, decidir la forma y el tamaño de algunas piezas urbanas, definir algunos de sus atributos y parámetros internos -solo los imprescindibles, como la densidad y la masa crítica de actividad que deben soportar-; todo ello son decisiones de planeamiento que permitirán concebir y proponer modelos de orden sin predeterminar los resultados.

 

 

 

Sentido común para el nuevo espacio de las actividades económicas.

 

El enfoque que se ha expuesto ha aparecido como reflexión paralela en experiencias de organización de nuevos territorios productivos, como la periferia oeste de París en La Défénse, la ría de Bilbao, el valle del Guadalhorce en Málaga o la Huerta en Murcia. En ésta hemos aplicado el tipo de planes y el proyecto de piezas y elementos que surgió de anteriores reflexiones sobre la periferia. Esta última experiencia, ahora en desarrollo, no va a permitir ilustrar el enfoque abstracto que hemos enunciado con la concreción de un caso de estudio, y con las propuestas reales de actuación.

 

La tensión entre exigencias contrapuestas ha hecho especialmente sugerente el proyecto de nuevas piezas urbanas -residenciales unas e industriales otras- en el palimpsesto de la Huerta murciana, donde han de convivir el paisaje natural con una intensa actividad económica, y la unidad de una estructura general con la fragmentación de los diferentes ámbitos y ambientes de la Huerta, la imagen de conjunto con la diversidad de piezas e instalaciones.

 

Mejor resueltas ahora por las Administraciones públicas las grandes opciones y proyectos de estructura, parece que es este el momento de ocuparse de sus piezas y tejidos, para asegurar que de la acción pública, más allá de sus grandes proyectos emblemáticos, surgirá un espacio razonablemente adecuado al desenvolvimiento de las actividades, y a la juiciosa escala en que se desenvuelven y son comprendidas por las gentes.

 

Exponemos a continuación los proyectos de piezas urbanas para los bordes de la ciudad de Murcia, en espacios de la Huerta, que han sido elaborados por el Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS para el Ayuntamiento de la ciudad.

 

 

 

La experiencia de Murcia: la Huerta como palimpsesto en el proyecto de nuevas piezas urbanas, productivas y residenciales.

 

La Huerta de Murcia está desempeñando, además de sus funciones tradicionales propias -vigentes o en transición a la marginalidad-, un rol urbanístico espontáneo como ámbito relativamente desregulado. Ello confiere una eficiencia "sui generi" al sistema urbano, al permitir una gran elasticidad entre actividades económicas, localización y precios del suelo. Pero evidentemente, tiene una contrapartida en costos ambientales y funcionales, tal como se está produciendo en su desnuda espontaneidad.

 

Como cuestión previa se evitó para la ideación de propuestas una conceptuación genérica de "la Huerta", y se trabajó con la noción de que hay muchas "Huertas"; que el entorno agrícola de Murcia es una acumulación de actividades y asentamientos, imbricados entre sí y con el espacio de huerta, cuya cristalización ha dado lugar a organizaciones diferentes, y en cierto modo diferenciables.

 

En los mapas analíticos, a poco que se cartografie la edificación con grafismo acorde a su carácter de suelo "ocupado" (p.e., todos los edificios en negro, en lugar de mera delineación del perímetro de los núcleos) se revela la imagen excepcional de un ámbito densamente ocupado y un territorio muy estructurado, por más que no sean inmediatos sus códigos de orden.

 

Resultó evidente desde el principio, al adentrarse en este enfoque, la insuficiencia de los modelos urbanos según la noción lleno/vacío para entender esta organización territorial. Las complejas estructuras que aparecen, que implican simultáneamente varios componentes (p.e., núcleos, corredores viarios y espacios extensos de huerta), invalidarían cualquier intento de modelizar el territorio según el modelo dual de núcleos y espacios abiertos. Lo que vemos por el contrario son estructuras mixtas, que funcionan como macropiezas, como grandes cristalizaciones de formas territoriales, ajenas a todo modelo urbano académico pero muy ricas y sugerentes como formas embrionarias de una posible organización territorial semidifusa de las actividades, muy vinculada a los gustos, las tradiciones estéticas y las formas rurales locales.

 

Resulta evidente pues la imposibilidad de descripción morfológica según tejidos urbanos preclasificados, y la consiguiente necesidad de desarrollar un método ad hoc, más próximo a la metodología del análisis territorial (describiendo los modos de imbricación de las formas territoriales con áreas-piezas urbanas), y no como descripción paramétrica de tejidos urbanos.

 

Las diferencias, al menos en el reparto espacial y en la mezcla de actividades, según sectores geográficos de la Huerta, han permitido una descripción diferencial de las formas y modelos urbanos, que se ha revelado de utilidad en la instrumentación de nuestro planeamiento urbano.

 

En las imágenes gráficas que se acompañan se muestran en primer lugar los modos tradicionales de representación cartográfica de este territorio, que hacen muy evidente el viejo modelo dual de núcleos/huerta, o llenos/vacío, y se comparan con otros modos de representación que conceden tanto valor a los elementos aislados como a los núcleos. La imagen del territorio cambia así sustancialmente. En la primera forma de representación (núcleos sobre vacío) apenas se adivina la lógica de la organización de los núcleos en el entorno de la ciudad capital: aparece como bien ordenada en los bordes no inundables de la huerta y en los ejes territoriales principales, y errática en el resto del diseminado. Tal sucede, por ejemplo, en la cartografía del Plan General de 1978 o en cualquiera otra donde se siga tal criterio de representación.

 

Del otro enfoque gráfico, aún siendo meramente cartográfico, se infieren formas territoriales y patrones organizativos que dan cuenta de la existencia de otras muchas lógicas de formación y localización, apareciendo más bien una constelación de subestructuras territoriales, relativamente autónomas y no tan satélites del núcleo central. La riqueza formal de estas subestructuras o cristalizaciones urbanas en la Huerta indica que coexisten lógicas diversas de organización y de localización, que funcionan simultáneamente a varias escalas, y que no son ni tan erráticas como parecía en la cartografía clásica ni tan dependientes de la ciudad central.

 

Las propuestas que exponemos para la construcción de nuevas piezas han sido concebidas con el criterio de subirse en la lógica formal propia de cada territorio, para no producir discontinuidades con sus formas de organización propias y con sus lenguajes formales. La selección de lugares de intervención supone una opción estratégica, a modo de acupuntura. No implica una idea de fragmentación como necesidad y resignación que renuncia a todo orden de conjunto. Supone al contrario una estrategia que es consciente de que sólo la ejecución de cada proyecto crea nuevas condiciones, en las cuales tendrá luego sentido concebir nuevos proyectos.

 

 

(PIES DE LAS ILUSTRACIONES)

 

 

1. Representación cartográfica de Murcia en la Huerta según la concepción dual de núcleos y espacios vacíos.

2. Los "vacíos" del territorio de la Huerta murciana: las constelaciones de edificios y la estructuras embrionarias se evidencian en el análisis fotogramétrico.

3. Ensayos (de "acupuntura") para introducir pequeñas piezas ordenadas entre las constelaciones de asentamientos espontáneos. (Propuesta del Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS).

4. El núcleo de El Raal: actividades económicas y residencia en un potente desarrollo lineal espontáneo.

5. Un modelo corregido para El Raal: contención de la congestión en el eje longitudinal; desarrollo de ejes secundarios transversales; y nodos de nuevo desarrollo en los bordes fluviales del Segura. (Proyecto del Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS).

6. Forma de los asentamientos entre la carretera de Alcantarilla y los meandros del río Segura: modelo arcaico y degradado de mezcla de usos industriales y residenciales en la periferia oeste de Murcia.

7. Modelo corrector del asentamiento entre la carretera de Alcantarilla y los meandros del Segura. (Propuesta del Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS).

8. Ordenación corregida de los asentamientos industriales y residenciales en la carretera de Alcantarilla. (Proyecto del Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS).

9. El espacio de la Huerta al Norte de la ciudad de Murcia: suelo urbanizable no programado y programado del Plan General de 1978.

10. Concepción de una ciudad polinuclear sobre el soporte territorial de la Huerta en el suelo urbanizable no programado al Norte de la ciudad de Murcia. (Proyecto del Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS).

11. Desarrollos discretos de usos terciarios, deportivos y residenciales apoyados en núcleos tradicionales de pedanías en la periferia sur de la ciudad de Murcia. (Proyecto del Estudio DIAZ Y QUERO ASOCIADOS).

 

 

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ORDENACION DE PIEZAS RESIDENCIALES EN EL TERRITORIO METROPOLITANO:

UN AREA RESIDENCIAL NUEVA EN EL TERRITORIO METROPOLITANO DE MADRID

Antonio Díaz del’Bó y Damián Quero Castanys. 1999

  1. Descripción de un proyecto para el crecimiento sur de Alcorcón.
  2. Artículo sobre los nuevos lugares públicos en el territorio metropolitano

 

© Damián Quero Castanys

Todos los derechos reservados. Esta publicación del Curso de Especialización FPC-COAA no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, mecánico, electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor y el editor.

 

 

 

 

En mayo de 1999 se resolvió el Concurso para la ordenación de una extensión residencial de doscientas hectáreas y ocho mil trescientas viviendas, que convocó la Empresa Municipal de Gestión Inmobiliaria (EMGIASA) de la ciudad de Alcorcón (Madrid). El plan urbanístico, iniciado y emprendido por la administración municipal para desarrollar su política de vivienda social, preve una inversión de 94 millones de dólares. El primer premio fue adjudicado al Estudio de los arquitectos Tony Díaz y Damián Quero.

 

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UN AREA RESIDENCIAL NUEVA EN EL TERRITORIO METROPOLITANO DE MADRID

 

La cuestión urbanística de la vivienda.

 

El municipio de Alcorcón, con 180.000 habitantes, es uno de los más dinámicos de la región metropolitana de Madrid, no solo por su crecimiento residencial, sino porque está incorporando actividades y piezas urbanas singulares de rango metropolitano: áreas industriales, parque de servicios y comercio, nueva universidad pública Juan Carlos I, parque tecnológico, parque de ocio…

 

La intención principal de nuestro proyecto es lograr que esta actuación contribuya a la maduración de la periferia metropolitana. Este objetivo requiere lograr un área urbana con carácter, diferenciada, singular. Alcorcón es una ciudad que está diversificando sus actividades económicas, pero cuyo tejido residencial muestra aún la monotonía y la anomia de los emprendimientos masivos de vivienda propios de los bordes metropolitanos.

 

El proyecto parte de la idea de que, aquí, una política pública de vivienda debe contribuir a que esta ciudad supere su condición de destino forzado para muchos madrileños, que acuden a ella atraídos por el precio asequible de la vivienda, pero que se trasladarían a otro lugar de la metrópolis si progresasen económicamente. Sin renunciar a la ventaja en el precio de la vivienda, Alcorcón debe convertirse en un destino residencial deseado por sus condiciones diferenciales, por su carácter propio en la metrópolis madrileña.

 

Impulsar esta tendencia no es principalmente una cuestión económica, que haya necesariamente de resolverse con viviendas de mayor precio; requiere, sobre todo, un enfoque urbanístico; es una cuestión de diversidad de modelos urbanos, de diferenciación ambiental del espacio, de mezcla de tipos y de tamaños de vivienda en piezas urbanas cuyo paisaje, y la figuración del espacio, satisfagan la multiplicidad de preferencias y opciones de gusto de la sociedad plural.

 

 

 

Arquitectura y territorio en la figuración de la nueva ciudad.

 

Este enfoque urbanístico, que no es otro que el de la figuración de los tiempos actuales en el espacio residencial de la ciudad, lo hemos aplicado en este proyecto a través de una noción renovada de la vieja cuestión del equilibrio entre arquitectura y naturaleza. La ordenación propuesta incorpora algunas preexistencias del territorio como materiales del proyecto, sobre todo en la configuración de los lugares públicos: ciertas singularidades topográficas y otros rasgos sobresalientes del paisaje del sur metropolitano, son los argumentos de forma de los parques y de los bordes del área proyectada. Se trata de construir un paisaje donde se confronten algunos atributos naturales del sitio, las grandes infraestructuras metropolitanas (autopista M-50, ferrocarril) y las formas edificadas. El orden del conjunto, el equilibrio de la forma, resultará así de la tensión entre códigos de forma diferentes y aún contrapuestos. En este modo de relación de la arquitectura con lo natural, la noción de parque como introducción de la naturaleza en la ciudad no se corresponde con la figura de la ciudad actual. Es la arquitectura la que debe saber colocarse sobre el territorio para definir paisajes de nueva condición.

 

En el proyecto de las nuevas y con frecuencia extensas áreas para la vivienda, el carácter de estas nuevas partes de la ciudad no puede confiarse a la definición de los tipos edificatorios. La forma y el carácter de la ciudad no es ya un problema de codificación de tipos. La figuración del espacio urbano actual es una cuestión de paisaje, donde los elementos naturales, la forma de las piezas vacías y los horizontes son, tanto como los tipos edificatorios, instrumentos y contenidos del proyecto urbano.

 

El descubrimiento de las leyes propias de este territorio y de su paisaje ha sido la base para el desarrollo del proyecto. El conocimiento del territorio y de sus modos de transformación requiere incluir el tiempo en la concepción del proyecto. Pero asumir el tiempo como elemento del proyecto no consiste, para nosotros, en predeterminar el desarrollo geométrico del plan trazado, sino en prever las posibilidades naturales de su crecimiento: planteados solo ciertos elementos estructurales, desarrollamos el proyecto para que la geografía del territorio vaya aceptándolo naturalmente; como si el proyecto fuera ya parte de la historia del lugar. El objetivo no es otro que configurar esta nueva parte de la ciudad teniendo en cuenta cómo ha crecido hasta ahora la ciudad, y su diferenciación se producirá porque las pautas de crecimiento son distintas de un tiempo a otro.

 

 

 

Fragmentos de ciudad: la cuestión de la continuidad.

 

La monotonía y anomia de la escena urbana es el problema más frecuente en los nuevos barrios de vivienda masiva. Para evadirse de ellas el proyecto propone piezas urbanas o fragmentos de ciudad diversos pero integrados en un conjunto de carácter urbano potente y con imagen de ciudad. Estas áreas o fragmentos de ciudad dejan entre sí espacios abiertos donde se pueden desarrollar lugares públicos formales o informales de relación, encuentro y representativos, o, simplemente, lugares naturales sobre los que se podrán tomar decisiones en el futuro.

 

Las áreas nuevas se relacionan entre sí y con lo existente mediante la continuidad de algunas infraestructuras, o mediante la creación de otras nuevas que le den carácter al conjunto. La forma de la red de vías principales y el pautado de sus nodos son algunos de los fundamentos de orden de nuestro proyecto.

 

La relación del nuevo barrio con la ciudad preexistente no es por tanto una cuestión de continuidad de los tejidos, ni de las mallas viarias. Solo algunas vías principales de la ciudad se prolongan y adentran en los nuevos espacios y contribuyen a ordenarlos. Pero, liberadas ya del orden perspectivo y focal de la ciudad preexistente, cambian de condición, de geometría y de sección cuando se adentran en los nuevos espacios de múltiples códigos, y se mezclan con elementos naturales. De este modo, las calles y avenidas principales prolongadas, comunes a la ciudad y a su extensión, mantienen en ésta sus funciones y la capacidad de orientación en el espacio, pero no necesariamente su carácter ni sus geometrías.

 

 

 

Las relaciones metropolitanas.

 

El proyecto asume la proximidad de la autopista periférica M-50 de un doble modo. En primer lugar hemos tomado el trazado de la autopista como referencia para la configuración de la pieza urbana, definiendo su condición de recinto delimitado por la presencia de tan potente infraestructura. Luego, la penetración desde la autopista a la ciudad la proyectamos como una avenida que circunvala, en lugar de atravesar, la nueva pieza urbana. Bordeando el barrio por su flanco sur sin atravesarlo, la circunvalación refuerza el recinto y lo protege del impacto de los tránsitos arteriales, manteniendo sin embargo una conexión potente con la autopista.

 

El proyecto cuida las relaciones metropolitanas de la nueva pieza, de modo que sus calles y avenidas principales la vinculen también a otros elementos significativos del territorio: a la estación del ferrocarril metropolitano, a las ciudades colindantes, a las áreas industriales del propio municipio y, sobre todo, al nuevo campus universitario Juan Carlos I y al parque tecnológico. Para favorecer intercambios de usos y actividades con estas dos nuevas implantaciones -universitaria y empresarial- situadas inmediatamente al oeste de nuestro recinto residencial, hemos situado en él centros de investigación, culturales, deportivos, recreativos, y para residencia de estudiantes, profesores y empleados en las actividades económicas.

 

 

 

Los lugares públicos.

 

La disposición de los lugares públicos y los equipamientos se ha hecho de acuerdo con dos criterios: en general, se destinan a estos usos los espacios abiertos o naturales que han dejado entre sí las diferentes partes del barrio. Pero también se proyecta un lugar público central, ambivalente y multifuncional, de gran tamaño, capaz de generar un orden urbano en su entorno. Este lugar es suficientemente importante de por sí, y no requiere estar definido por la arquitectura en todos sus bordes: se trata de un lugar público natural como los que hemos referido antes. Lo específico de éste es que está formalizado para permitir actividades propias de un lugar central, y también para recuperar otras que, con frecuencia, son inadecuadamente marginadas del centro, como las deportivas. Este lugar tiene como referencia un borde comercial de alta densidad. En tercer lugar hemos previsto, también, lugares públicos de menor escala, que recuperan formas o actividades tradicionales de la ciudad.

 

 

Tony Díaz y Damián Quero

Diciembre de 1999

 

 

 

 

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PROYECTO URBANO Y NUEVOS LUGARES PÚBLICOS

Antonio Díaz del’Bó y Damián Quero Castanys, Aquitectos.

 

Una mirada urbanística a los lugares públicos no puede estar limitada a las características topológicas del espacio, sino que ha de ser también necesariamente de condición antropológica. Es así, no porque el carácter de las actividades y los usos propios de estos lugares reclamen el concurso excepcional de otras disciplinas, sino porque el significado y la percepción de estos lugares, y por tanto su figuración, son inseparables de los ritos y los mitos de cada civilización y de cada sociedad local.

 

Buscar en el territorio las claves figurativas de los proyectos, como fundamento de cada uno de ellos, y discutir luego las formas resultantes, es lo que nos ha permitido enunciar algunas hipótesis: deducciones experimentales, quizá provisionales, que nos han resultado útiles para la práctica de nuevos proyectos.

 

 

 

SEIS HIPOTESIS

 

 

1. La transgresión como atributo del espacio público.

 

El espacio público es el escenario donde cada sociedad ha de resolver el conflicto entre su identidad colectiva y la particular emancipación de cada individuo. El conflicto se manifiesta como fricción entre los ritos establecidos socialmente, por una parte, y la insumisión y las pulsiones de libertad individual, por otra. El espacio común de la ciudad es así el escenario donde se representa la tensión entre la liturgia establecida y la transgresión. El espacio cosmopolita es el resultado del libre juego entre esos dos polos, "el etnocéntrico teatro colectivo donde se juega la singular pasión de nombre propio e identidad" (Carlos Moya). El significado de estos lugares no podrá ser ajeno a la tensión inevitable entre el sujeto personal y el colectivo.

 

Tras la cancelación de la sociedad estamental, la condición cosmopolita de los lugares públicos se fue consolidando durante el siglo que termina como la más adecuada figuración del ideal urbano de las relaciones universales. La posibilidad de encuentros casuales, breves, de contactos sociales informales sin necesidad de vínculos estables, y otros roles públicos asumidos como formas de comportamiento social emancipado y maduro, reclaman características no absolutistas en la configuración de los lugares públicos. De modo que los lugares públicos no serán ya percibidos como humanos si se los congela en la función banal de reiterar convencional y simbólicamente el orden y la liturgia establecidos. La armonía de sus formas solo será posible como equilibrio inestable, como fricción entre códigos no siempre coincidentes y con frecuencia contrapuestos. Por eso, a veces, algunos espacios marginales, impremeditados, lugares que en los proyectos no pretendían ser representativos, adquieren más fama y concitan más actividad que los proyectados como principales.

 

 

 

2. La orientación como atributo de la forma de la ciudad.

 

Y sin embargo el orden sigue siendo un atributo humano de la ciudad. Las gentes aspiran a él porque depara al espacio capacidad de orientación, es decir, asegura la lectura y el entendimiento de la ciudad, la sensación de ubicación de la conciencia, y por tanto los sentimientos de agrado y gozo estético.

 

Pero ya no es posible mantener una noción de orden reducida a un único o dominante código de forma. La cuestión es por tanto saber si la coexistencia de códigos diferentes, incluso contrapuestos, ha de anular necesariamente, o no, la capacidad de lectura y comprensión del espacio. Y saber además cuál es el modo de tal simultaneidad, qué formas pueden mantener en presencia claves figurativas diversas, sin fundirlas del todo ni reconciliarlas, expresando la tensión entre ellas sin predominio de ninguna.

 

La memoria de los hombres, compuesta de fragmentos heterogéneos, reconstruye la continuidad biográfica mediante la narración, que ordena las referencias entre acontecimientos. De modo análogo, la capacidad de orientación en la ciudad se basa en la continuidad de las formas urbanas: el espacio de la ciudad ha de leerse también como narración de su transformación. Pero tal noción de continuidad no ha de tener necesariamente una expresión geométrica lineal, no ha de ser un espacio continuo e igual: la metáfora topológica del continente ha sido sustituida en la sociedad actual por la del archipiélago. La continuidad que nos interesa del espacio es la que se establece con la historia y con el sitio de la ciudad; es la continuidad del lenguaje, el léxico y la gramática que permiten la narración del proceso discreto de transformaciones, de adecuación pausada de cada lugar a las exigencias cambiantes de la misma ciudad.

 

 

El paisaje que depara orientación es, en definitiva, el que se constituye como narración continua de secuencias, el que expresa la complicidad de lo nuevo con la tradición. Poco importa para ello que las secuencias, las etapas y los hitos de la narración sean impredecibles o conflictivos. Nunca la narración de la ciudad ha sido ajena al desafío mutuo entre las formas naturales y los ritos urbanos, entre la fatalidad y las aspiraciones humanas, entre el orden simbólico y la transgresión.

 

Además, una noción actual de orden no podrá dejar de expresar la reconfortante y seductora desobediencia del espacio urbano al orden simbólico. Y es que, a diferencia de la pretensión que se suele atribuir a la arquitectura moderna, no hay un orden natural que pueda ser reproducido mediante la arquitectura y las obras públicas. El diálogo que hoy interesa con la naturaleza es el que acepta su condición y sus formas, y las incorpora al proyecto de arquitectura como preexistencias, sin contraponerse a ellas pero sin fundirse con ellas, de modo que en el paisaje transformado coexista lo prerracional con lo razonado, lo azaroso con el signo y la estructura.

 

 

 

3. El tiempo y la duración han de ser características del espacio urbano.

 

La noción del espacio como narración, como itinerario que incorpora una idea de duración, como proceso de acontecimientos superpuestos a una imagen única, fue una enseñanza del cubismo analítico, que elaboró el espacio moderno como lugar de coexistencia entre sucesión y simultaneidad.

 

La geometría concebida como codificación del orden natural, como ficción de armonía de las formas, no puede describir suficientemente los contenidos que integran las formas urbanas actuales, que no son ya los del signo y la estructura, sino los del acontecimiento, la serie de acontecimientos o de elementos, la regularidad y también el azar, la discontinuidad, la dependencia, la transformación… Las reglas geométricas de las proporciones, de la continuidad y la simetría, no son ya el único fundamento de la gramática de la ciudad. El lugar que, en la urbanística, han tenido las ideas de forma y de estructura urbana ha de ser ocupado ahora por nociones capaces de describir y sintetizar los contenidos -explícitos unos y ocultos otros- que construyen y transforman el territorio. Las nociones de sitio de la ciudad, de paisaje o más propiamente de paisaje oculto, son hoy las apropiadas para describir las estructuras significantes de cada ciudad, como la gramática y la antropología han contribuido en la segunda mitad del siglo XX a desvelar las estructuras significantes de cada lengua y cada cultura humana. El sitio es una noción relacionada con los mitos de fundación de la ciudad, y es a la vez el resultado del proceso urbano de acumulación contínua de lugares, de materiales diversos y con frecuencia contrapuestos. La permanencia y la continuidad del sitio son las condiciones para mantener vivo el mito fundacional, para que la representación de la duración se haga evidente. El sitio así definido se aproxima a la noción de estructura significante de cada ciudad.

 

Los proyectos de los lugares públicos han de mostrar las características del tiempo y la duración, y esto no consiste tanto en predeterminar la secuencia geométrica de su ejecución, como en asumir que el territorio los irá aceptando como episodios de su historia; lugares que se transformarán y que previsiblemente crecerán.

 

 

 

4. Las relaciones entre arquitectura y naturaleza.

 

En la experiencia de la arquitectura y el urbanismo modernos han pervivido algunas visiones del mundo contradictorias con sus propios postulados científicos y sociales.

 

La propuesta moderna sobre la relación de la arquitectura con la naturaleza se ha deslizado con frecuencia hacia un revival de la jardinería como recurso figurativo para expresar la continuidad y la armonía de las formas construidas con las naturales, incluyendo lo natural en la ciudad mediante operaciones de simbolización. Y es que el mito dominante hasta al menos la mitad del siglo XX fue el de la civilización como dominación de la naturaleza y sometimiento de sus fuerzas.

 

Sin embargo la angustia causada por la destrucción de la naturaleza es actualmente una de las pautas culturales más difundidas y sentidas, porque se ha constatado científicamente como un riesgo cierto de aniquilación del planeta, y así se ha entendido públicamente, hasta el punto de que el viejo orgullo de la dominación de la naturaleza ha sido cancelado y sustituido por la no menos pretenciosa idea de la sostenibilidad. Pero sea cual sea su enunciado y comprensión pública, solo la propuesta de conservación se admite hoy socialmente como actitud positiva respecto a la naturaleza. No puede entenderse ya una mediación figurativa con la naturaleza que no exprese el respecto a su imagen original, su preservación radical.

 

Por esa razón, entre otras, el paradigma de la extensión continua ("continental") de la ciudad como forma de crecimiento urbano, sustituyendo extensivamente el orden rural por el urbano, se ha cancelado. En su lugar vuelve a cobrar sentido la imagen de la intrusión discreta de piezas urbanas en la naturaleza (por ejemplo, en el paradigma de la urbanización medieval con ciudadelas, como en La Alhambra). La metáfora topológica del archipiélago asume y expresa figurativamente ahora la resistencia de lo rural y el valor preeminente concedido socialmente a los espacios naturales. En este modelo, el jardín como representación icónica de lo natural va perdiendo su prestigio y su razón de ser, y por ello la jardinería y el paisajismo son repensados ahora como mantenimiento inalterado, si acaso como restauración, de la naturaleza.

 

Así que el territorio natural adquiere capacidad para representar los tiempos actuales por sí mismo, sin que, como antes, su fuerza figurativa le sea concedida por las formas edificadas que definen su contorno. Los bordes y los límites pierden valor instrumental en el proyecto de la nueva ciudad; interesan más los horizontes.

 

De modo que la armonía figurativa entre arquitectura y naturaleza no puede ya lograrse mediante la ilusión de reproducir el orden natural en la arquitectura, ni tampoco representando la naturaleza dentro del espacio de la ciudad, sino llevando la arquitectura a la naturaleza. El crecimiento de las ciudades dará lugar a un tipo de espacio de convivencia en tensión de piezas y códigos contrapuestos, donde el orden del conjunto y el paisaje sean comprendidos como equilibrio inestable entre las preexistencias naturales y las formas construidas. Y el proyecto de los lugares públicos habrá de manejar los elementos preexistentes y los espacios naturales como materiales con los que dialogar, a los que incluir en el propio proyecto.

 

 

 

5. Fragmentos, conjunto y estructura abierta.

 

Los modos actuales de articulación y legitimación del poder no hacen ya posible la propuesta de la ciudad ideal, de una aspiración compartida por un modelo de ciudad y un modo de vida urbana. Ni el orden económico y político dominante es capaz de imponer un orden simbólico que impregne la ciudad, ni le interesa, ni, por otra parte, el fraccionamiento de la sociedad en múltiples microrredes permite un consenso apriorístico sobre la forma y la simbolización del espacio. Solo del libre juego social, de la controversia, del disenso y de la síntesis ocasional que hace posible el consenso, pueden resultar ahora formas aceptables por todos.

 

De modo que los proyectos de lugares públicos han de asumir su condición necesaria de hipótesis, porque no hay ya una referencia inapelable que codifique los espacios.

 

Esto tampoco es una novedad. Si evitamos la imagen potente de determinados lugares públicos resultantes de momentos absolutistas en la historia de las ciudades, se percibe que los valores más sentidos y compartidos por las gentes aparecen en espacios abiertos a la interpretación (como fueron, por ejemplo, los foros, los campos venecianos), donde lo fragmentario coexiste con la representación del conjunto, donde el lugar nunca queda inapelablemente estructurado, y donde, sin embargo, se transmite la sensación de que el espacio junto al canal, la explanada ante la escalinata o al costado del pórtico, son el arquetipo de todo lugar público.

 

 

 

6. Delirio, barbarie y fealdad.

 

Hemos reclamado la continuidad del espacio de la ciudad como atributo que garantiza la orientación y el gozo estético. Pero si la continuidad no puede fraguarse sobre la unificación de códigos ni sobre una supuesta estructura unitaria de la ciudad, es decir, no puede ser topológica ni funcionalmente producida, ¿de qué continuidad hablamos cuando hablamos de acumulación de resultados, de fragmentos, de cambios y diferencias?. El espacio común de la ciudad está formado necesariamente por fragmentos y por lugares, como la memoria lo está por recuerdos: la ciudad y la memoria ordenan sus materiales, diversos y contrapuestos con frecuencia, construyen un espacio y una historia continuos en un proceso de sucesión, donde la noción y la representación de la duración son evidentes, y donde la referencia entre fragmentos es el fundamento del orden, es decir, de la conciencia. Así que cuando reclamamos continuidad del espacio hablamos de continuidad narrativa.

 

La estructura significante, el resultado de tal proceso urbano de acumulación de lugares que puede reconocerse como la ciudad, la gramática, en suma, de cada ciudad, es lo que hemos llamado desde hace tiempo el sitio de la ciudad. Así como en los hombres la ruptura de la memoria origina el delirio, la ruptura de la continuidad en la narración de una ciudad produce el dislocamiento del sitio que las gentes suelen percibir como barbarie, como fealdad, como desorientación.

 

 

 

CARACTERISTICAS DEL ESPACIO Y CONTENIDO DE LOS PROYECTOS.

 

Una cita de Adorno nos parece que define la situación que se plantea hoy al discutir acerca del proyecto de los lugares públicos, y nos pone en guardia acerca de nuestras propias certezas. Dijo Adorno "… que el mundo está desquiciado queda de manifiesto en todas partes por el hecho de que como quiera que actuemos nos equivocamos".

 

Es cierto que atravesamos una época de cambios veloces y de grandes incertidumbres y que, en consecuencia, no es fácil la discusión acerca del carácter y la definición de los lugares públicos que hoy necesitamos. Pero es también cierto que no es ésta la primera época de grandes incertidumbres en la historia de la humanidad y, en particular, respecto a los lugares públicos. Ahora la escala de los problemas que debemos resolver, y los tiempos en que debemos hacerlo, hacen más difícil nuestra tarea, pero la mayoría de los lugares públicos que hoy admiramos fueron el resultado, también, de incertidumbres y serios conflictos.

 

Podríamos agregar, además, que esos viejos lugares públicos con identidad precisa que hoy envidiamos, han ido adquiriendo ese valor a lo largo del tiempo. Su identidad apela, tal vez, más profundamente al imaginario colectivo contemporáneo que al de su propio tiempo. Creemos, por eso, que los lugares públicos han sido una hipótesis (una hipótesis de trabajo), y de ahí sus cambios de valor simbólico y el carácter de lugares multifuncionales, ambiguos y ambivalentes, que han tenido a lo largo de la historia.

 

Y eso es así, también, porque los lugares públicos no son espacios socialmente neutros. Más allá de quién y para qué se los apropia, está la manera en que se deciden y organizan las apropiaciones y, en consecuencia, para qué y para quiénes se definen simbólicamente.

 

Y esto, que más o menos sabemos cómo funciona y funcionó con respecto a los lugares públicos históricamente definidos, no está tan claro para los que hoy debemos proyectar. Y es que no hay desde el campo de la política (que del poder y la política estamos hablando) una definición clara de opciones, porque tampoco hay un debate que ponga de manifiesto y permita definir simbólicamente los lugares públicos institucionales que hoy necesitamos.

 

Dice Adrián Gorelik en su libro "La Grilla y el Parque": "El espacio público no es, en nuestra acepción, el mero espacio abierto de la ciudad… nombra lugares materiales y remite a esferas de la acción humana en el mismo concepto; habla de la forma y habla de la política". Y agrega: "… el espacio público es una dimensión que media entre la sociedad y el estado, en la que se hacen públicas múltiples expresiones políticas de la ciudadanía en múltiples formas de asociación y conflicto frente al estado". Y plantea por último: "…vamos a considerar el espacio público como el producto de una colisión, fugaz e inestable, entre forma y política…" Así, la emergencia del espacio público podría ser pensada como una coyuntura en la doble acepción de coyuntura: "como ocasión puntual en la historia y como contacto de esferas diferentes…"

 

Volviendo, entonces, al campo de las incertidumbres, ¿es posible actualmente proyectar lugares públicos que puedan ser la referencia simbólica de la mayoría de la sociedad?

 

Los lugares públicos son y han sido una manera de relacionarse con lo natural. Y la ciudad contemporánea (con su cambio en el manejo del tiempo y del espacio) ha desarrollado nuevas formas culturales de relación con la naturaleza. Ha sido la periferia de la ciudad actual, en particular, la que nos ha situado definitivamente frente a una nueva experiencia: la de la coexistencia (en conflicto y en tensión) de lo urbano con la naturaleza.

 

Se trata de una experiencia a veces contradictoria y traumática, pero que nos sitúa ante un problema de lo real que, hasta ahora, solo había sido esbozado como una aspiración cultural, definida en el campo de los arquitectos. Decíamos, en 1994, en un artículo dedicado a la residencia: "La residencia no es solo una cuestión de diseño o construcción, sino también de recreación del medio ambiente y del paisaje. Al hablar de residencia y medio ambiente estamos pensando en la construcción de la vivienda como un fenómeno natural consistente en ocupar o modificar el territorio, y donde la sensación de artificialidad (entendida como defecto) solo dependerá del grado de acierto o desacierto que tenga la solución propuesta. Y esto requiere descubrir el modo adecuado de apropiarse del territorio en el proyecto o, dicho con otras palabras, lograr una cierta armonía ambiental". Agregábamos luego: "… encontrar los fundamentos de forma para un espacio urbano de nueva condición exige renovar la peculiar utopía del equilibrio entre naturaleza y arquitectura que en los comienzos del siglo dio lugar al refinado modelo residencial de la suburbia. Porque es la noción de equilibrio lo que ha cambiado". Y concluíamos: (es necesario) "…crear un espacio de tensión donde las referencias urbanas y las naturales convivan, sin equilibrio pero sin definitivo triunfo de unas sobre las otras".

 

La ciudad contemporánea ha multiplicado la complejidad de sus tejidos llevándolos hasta el límite de su propia extinción. Nuevos tipos de crecimientos se desarrollan por simple agregación de partes produciendo discontinuidades; vacíos de edificación, espacios naturales que sugieren una nueva definición y conformación de los lugares públicos. Esta realidad, con todas sus incertidumbres y deformaciones, nos impone un punto de partida diferente. No podemos seguir concibiendo hoy los lugares públicos en el proyecto como meras interrupciones de un tejido sin solución de continuidad, como en el siglo XIX. Estamos en un punto donde deberíamos ser capaces de conciliar lo mejor del pensamiento del campo de los arquitectos (y de otros campos del conocimiento) respecto a la relación entre lo urbano y lo natural, con la experiencia concreta de la ciudad actual que, aunque de forma caótica e irracional, nos plantea lo mismo pero desde el campo de lo real.

 

Planteábamos en 1992, como explicación de nuestros proyectos, algunas cuestiones que creemos que siguen siendo válidas hoy. Dijimos entonces que nuestra preocupación por los nuevos fenómenos urbanos no era solamente una cuestión de oportunidad ni, tampoco, consecuencia de la aceptación sin discusión de una nueva concepción (en abstracto) cuyo fin podría ser la celebración del caos en la ciudad. Al tener que abordar proyectos en la periferia, nuestro interés por los nuevos problemas urbanos fue surgiendo como consecuencia de que estas áreas sin forma de la ciudad se habían ido convirtiendo en el ámbito normal de nuestros trabajos, pero también porque fuimos conscientes de las dificultades que entraña elaborar las formas urbanas que hoy se requieren, sin saber mirar y contrastar soluciones para esos lugares. Las áreas sin forma conforman la ciudad real, y es en ellas donde mejor se manifiestan las tendencias que van a generar una noción de los lugares deseados en la cultura de principios del siglo XXI.

 

En cualquier caso, la ciudad sin forma continúa y representa a la ciudad tradicional y a su arquitectura; se inventa todos los días a sí misma, pero no hubiera podido existir (y no puede existir) sin la experiencia de la otra ciudad. Por eso no tienen sentido las soluciones futuristas, basadas solo en lo nuevo y lo complejo, que no se plantean las viejas cuestiones culturales y sociales de la ciudad que están aún sin resolver.

 

Estos problemas que hoy se manifiestan son parte de una realidad que se impone como tal, pero que, sin duda, debe ser revisada críticamente para poder se elaborada como una nueva cultura de la ciudad. Y para ello no es necesario aceptar el desorden como un hecho natural; pero tampoco la cultura de la ciudad será el producto de planes y regulaciones impuestos a la realidad a la que se refieren.

 

Tiene poco que ver con el signo de nuestra época tratar de introducir lo natural en la complejidad de lo urbano; para definir los lugares públicos es preciso hoy saber colocar lo urbano (lo construido) en medio de lo natural. Incluso deberíamos estar dispuestos a que nuevas formas de relación con la naturaleza se incorporasen como lugares públicos en la ciudad tradicional. Deberíamos proponernos ser tan buenos arquitectos en el proyecto de la desurbanización de la ciudad como intentamos serlo en la urbanización del territorio. Nos parece, además, que éste podría ser un buen paso en el sentido de modificar el proceso de privatización, no sólo económico sino también cultural, de la ciudad.

 

Sabemos que nuestros trabajos son, sobre la base de estas ideas, solamente una opción. Incluso que pueden ser opciones equivocadas. Lo difícil no es solo saber definir las ideas con las que trabajar en los proyectos, sino también saber cómo aplicarlas; cómo transformar las ideas en formas construidas, en nuevas geometrías que las definan. Ha de tenerse en cuenta, además, que la relación entre formas e ideas no se basa en la simple mecánica de causa y efecto, y que muchas veces son los proyectos los que dan origen a las ideas.

 

Las opciones de proyecto que hemos desarrollado se pueden resumir en:

 

1º. El reconocimiento del territorio.

El descubrimiento de las leyes propias del territorio y del paisaje es la base para el desarrollo del proyecto.

 

Este reconocimiento refuerza la necesidad de incluir el tiempo en la concepción del proyecto. La inclusión de una noción de tiempo no se refiere tanto a la predeterminación del desarrollo geométrico del proyecto como a las posibilidades naturales de su crecimiento. Planteados solo ciertos elementos estructurales, desarrollamos el proyecto para que la geografía del territorio vaya aceptándolo naturalmente; como si el proyecto fuera ya parte de la historia del lugar. Nuestros proyectos tratan de configurarse teniendo en cuenta cómo han crecido hasta ahora las ciudades, y su diferenciación se produce porque las pautas de crecimiento son distintas de un tiempo a otro.

 

Esto permite también generar identidades (incluidos los lugares públicos) como resultado del conflicto que se genera entre lo razonado (el proyecto) y lo contingente (lo natural).

 

2º. El crecimiento por fragmentos de ciudad.

 

Planteamos los nuevos crecimientos con el criterio de concentrar lo urbano en áreas que se relacionan entre sí y con lo existente mediante la continuidad de algunas infraestructuras, o mediante la creación de otras nuevas que le den carácter al conjunto. La forma de la red de vías principales y sus nodos es el fundamento de orden y de la identidad a nuestros proyectos.

 

Estos fragmentos de ciudad dejan entre sí espacios abiertos donde se pueden desarrollar lugares públicos formales o informales o, simplemente, lugares naturales sobre los que se pueden tomar decisiones en el futuro. Dadas estas condiciones de relación con lo natural, la idea de parque, como introducción de la naturaleza en la ciudad, tiende a desaparecer.

 

3º. El desarrollo de un lugar público central.

 

Nuestros proyectos normalmente se generan a partir de la concepción de un lugar público central ambivalente y multifuncional, de gran tamaño. Este lugar es suficientemente importante de por sí, y no requiere estar definido por la arquitectura en todos sus bordes: se trata de un lugar público natural como los que hemos referido antes. Lo específico de éste es que está formalizado para permitir actividades propias de un lugar público central, y también para recuperar otras que han sido inadecuadamente marginadas. Frecuentemente estos lugares tienen como referencia un borde comercial de alta densidad. Siempre desarrollamos, también, lugares públicos de menor escala, que recuperan formas o actividades tradicionales de la ciudad.

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DAMIAN QUERO CASTANYS

Titulado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en el año 1970. Después de tres años de estudios de postgrado en la Universidad de Frankfurt, inició su actividad profesional en Madrid en 1973 realizando estudios y planes de ordenación territorial y urbana. A partir de 1974 dirige varios organismos de la administración pública del urbanismo, entre ellos las oficinas municipales de los Planes Generales de Málaga y Sevilla. Desde 1986, en su estudio de Sevilla, elaboró planes territoriales y proyectos urbanos para Andalucía, País Vasco, Baleares, Canarias y Madrid. En 1989 se trasladó a Madrid, continuando la actividad de planificación territorial, proyectos urbanos y estudios de concepción y viabilidad de operaciones urbanísticas.

Ha sido profesor de sociología urbana en el Instituto de Estudios de Administración Local de Madrid, de geografía urbana en la Facultad de Filosofía de Málaga, y de Master de Urbanismo en las Universidades Carlos III de Madrid, Politécnica de Cataluña y CEU San Pablo. Ha expuesto sus trabajos, entre otros lugares, en las Universidades de Barcelona, Sevilla, Venecia, Burdeos, Buenos Aires, Montevideo, en la Trienal de Milán…, y han sido publicados en las revistas Casabella, Rassegna, UR, Estudios Territoriales, Arquitectura y Tecnología, Geometría, Ambiente, Diseño de la Ciudad…

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Urbanística I

Formas urbanas de la ciudad contemporánea

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