LAS CIUDADES COMO LLEIDA. SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS DE LAS CIUDADES MEDIAS EN EUROPA (*)
Roger BRUNET
Universidad de Montpellier, Francia - GIP Reclus
Los estudios presentados aquí esta semana se han enfocado desde una doble perspectiva: la de la urbanización y la de la mundialización. El programa de la sesión recomendaba: "Particular attention will be given to the role that intermediate cities may play in helping to achieve more balanced and sustainable urban growth". (Habrá que prestar una atención particular al papel que las ciudades intermedias puedan jugar en la consecución de un crecimiento urbano más equilibrado y sostenible). De un mismo modo, el programa requería el ejercicio de una mirada crítica y unas propuestas constructivas. Esta asociación entre la exigencia científica y la aspiración ciudadana es sin lugar a dudas necesaria, aunque siempre resulta difícil.
Con el fin de esbozar algunas respuestas sobre la situación de Europa dentro del sistema mundial, y más concretamente de la Europa del Sudoeste, me he inclinado por seguir el siguiente orden:
1. ¿Qué es lo que creemos saber sobre la evolución de las ciudades intermedias?
2. ¿Qué representa, para una ciudad intermedia, el doble proceso de mundialización y de metropolinización?
3. ¿Qué estrategias se pueden crear para las ciudades intermedias?
4. ¿Qué proyectos hay para la investigación? - a lo que yo mismo contribuiré, dentro de un espíritu interdisciplinario aunque inevitablemente con la cultura de un geógrafo.
1. Las ciudades intermedias en Europa
- Una situación de incertidumbre
1. En su conjunto, Europa es la región del mundo en la que las ciudades intermedias son más numerosas, más antiguas, más resistentes y más complejas. Es una suerte para nosotros, aunque no deja de plantear unos temibles problemas de urbanismo.
2. La evaluación de estas ciudades se hace difícil, puesto que no se dispone de suficientes definiciones, datos o estudios.
3. La ciudad intermedia o mediana es un UGO (unidentified geografic object), un objeto geográfico no identificado. Por una parte, la idea de "media" se sitúa entre un estrato impreciso y un techo indeciso. Por otra, la idea de mediación (contenida en el adjetivo intermediate) no supone una definición de los términos de mediación: ¿Acaso se ejercita entre la capital y las ciudades pequeñas? ¿O bien entre las metrópolis regionales y el campo? ¿Hablamos de Solsona, de Lleida o de Zaragoza? Nos encontramos ante asuntos heterogéneos. Para simplificar, me limitaré a oponer por un lado, la ciudad intermedia con la metrópoli y, por otro, con la aldea o la ciudad muy pequeña.
4. Sabemos muchas cosas sobre ciertas ciudades intermedias y cuantiosa información ha sido aportada precisamente aquí. Pero sabemos menos del conjunto de ciudades intermedias en Europa. Los estudios se han realizado sobre todo en niveles superiores (ciudades de más de 200.000 habitantes). Faltan datos sobre las recientes evoluciones, puesto que la mayoría de los censos se refieren al 1989 o 1990.
5. Las estadísticas están tergiversadas por la ausencia de definición común de las aglomeraciones, ya que la dinámica del municipio central a menudo difiere de la de la periferia. El núcleo central es menos dinámico y existe el riesgo de subestimar el crecimiento del conjunto de la aglomeración; numerosas ciudades medias en cuanto a su talla, no son más que grandes periferias de las metrópolis y, en cambio, disparan el crecimiento de la clase estadística correspondiente.
6. Sabemos que existen situaciones geográficas muy distintas. Por ello, las tipologías sistemáticas son escasas y han sido realizadas en el ámbito nacional o descansan sobre puntos de vista caducos, como por ejemplo, las ideas productivistas de Max Weber, en 1921, que oponían equivocadamente las ciudades productoras a las ciudades consumidoras.
7. Europa reúne sistemas urbanos muy distintos. Combinan los efectos de las herencias (en cuanto a localización, talla y densidad de las ciudades), con los efectos de las políticas actuales (en cuanto a las tendencias y problemas de gestión). La situación de las ciudades intermedias difiere en gran manera de un sistema a otro. Tres factores son determinantes: la densidad general de la población, la distancia entre las ciudades intermedias y el grado de polarización.
En conjunto, la Europa de las grandes densidades, especialmente al este del Rin o del Ródano, se opone a la Europa del Sudoeste (sobre todo Francia y España), donde las ciudades se encuentran más espaciadas. En concreto, parece que se puede distinguir, como mínimo:
- el tejido de la megalópolis Inglaterra-Toscana, denso, muy diferenciado, permitiendo intercambios múltiples, divididos entre ciudades de toda talla;
- el estilo mediterráneo, en el que las ciudades medias están sobrerrepresentadas: numerosas, bastante cercanas, muy relacionadas con su entorno rural;
- los espacios fuertemente polarizados, cuya metrópoli carece de comunicaciones sólidas y de ciudades intermedias activas (Francia del centro o del sudoeste, España central, periferias de la Europa del norte o del sur);
- los espacios de sistema urbano jerarquizado, respetando de alguna forma el modelo de los lugares centrales, el de varios niveles de las ciudades intermedias, como en la mayoría de las regiones atlánticas y gran parte del este de Europa.
- Ciudades intermedias en progreso
1. No obstante, parece que se pueden realizarr ciertas constantaciones comunes. La primera es que, si bien muchas ciudades intermedias han cambiado poco durante la primera mitad del siglo XX, la mayoría de ellas han progresado intensamente a partir de 1960. A tenor de las estadísticas disponibles, las ciudades de 20.000 a 100.000 habitantes parecen ser las que registran un más alto porcentaje de crecimiento entre 1950 y 1990, en el conjunto de Europa (aunque se cuentan muchas periferias de metrópolis).
2. La movilidad de las familias (movimientos diarios pendulares residencia-trabajo, cambios de domicilio) y de las empresas ha aumentado considerablemente, si bien este ritmo acrecentado contrasta con la lentitud de la evolución de las redes y de las tallas de las ciudades. En efecto, las personas y las actividades pasan fácilmente de una ciudad a otra, pero se observan pocos cambios en la jerarquía de las ciudades.
3. En los últimos treinta años las ciudades de Europa occidental han experimentado un fuerte crecimiento, que podemos relacionar con: el aumento de la riqueza media, de la difusión del automóvil, de las grandes superficies comerciales, de las zonas industriales externas, etc. Sabemos que esto ha llevado a errores de juicio (sobre la contraurbanización o la exurbanización) y acentuado el sesgo estadístico (gran crecimiento de los extrarradios). De hecho, este movimiento demuestra el crecimiento general de la urbanización y modifica radicalmente el aspecto de numerosas ciudades medias, consideradas en su aglomeración conjunta.
En el tejido de baja densidad, la población tiende a concentrarse en beneficio de las cabezas de partidos administrativos (provincia en España, departamento en Francia, etc.), como consecuencia del rápido crecimiento del sector terciario y de servicios. La contribución de Valentín Cabero en lo que se refiere a Castilla-León demuestra sobradamente este hecho.
En cuanto a los tejidos de gran densidad, se manifiestan efectos de
apiñamiento (cluster) de los que habla el primer texto difundido por la Unión Europea sobre el esquema de desarrollo del espacio comunitario: la creciente rapidez de las comunicaciones permite el reparto de actividades y de equipamientos sobre el territorio y hace que el proceso de concentración se diluya o incluso se invierta.Al contrario, se debe subrayar que la situación de las ciudades intermedias de Europa central y oriental es a menudo catastrófica, puesto que su urbanización ha sido desatendida en provecho de las capitales, que se han beneficiado de un gran proceso de concentración de los poderes.
2. Las ciudades intermedias ante las grandes empresas y la metropolización
- Mundialización o liberación del capital
1. En los últimos 25 años, el mundo se ha lanzado a un proceso de dominio llamado mundialización (globalisation, en inglés). Se habla también, equivocadamente, de una liberalización de la economía.
No nos engañemos en cuanto al sentido de dicho movimiento. Es verdad que en un primer momento la mundialización aparece como una ampliación de las relaciones entre las diferentes partes del mundo (la aldea planetaria). En este sentido, tiene unos efectos positivos: el mundo puede parecer más abierto, incluso más solidario y susceptible de nuevos progresos a través de la intercomunicación. Sin duda, ha mejorado la conciencia de nuestra proximidad y de nuestra común responsabilidad en la preservación de la vida sobre el planeta.
Sin embargo, la mundialización no se ubica verdaderamente bajo la autoridad de los Estados, de las personas de buena voluntad y de las organizaciones no gubernamentales. Este movimiento corresponde principalmente a una estrategia de "liberalización" de los intereses capitalistas, en vista de una restauración de beneficios del capital. Esta estrategia armoniza con las teorías de Adam Smith y de Ricardo; y pasa por la eliminación de todo aquello que pueda entorpecer el beneficio, principalmente el de los sistemas de regulación instaurados tras las largas luchas obreras.
La mundialización prioriza la gestión monetaria de la economía, la especulación financiera, la reducción del papel de los Estados y de las empresas públicas, el abandono de las formas de redistribución y de solidaridad, el debilitamiento del movimiento sindical, la ductilidad (flexibilidad) de la mano de obra, la movilidad de las inversiones y el traslado de ciertas producciones hacia las regiones de bajos salarios (llamado, erróneamente, deslocalización).
De hecho, la mundialización es menos "liberal" que "libertaria", puesto que cuando todo está permitido, se impone la ley del más fuerte con toda su brutalidad. La mundialización pretende liberar la concurrencia de cualquier obstáculo, pero favorece las concentraciones financieras más extremas y la aparición de nuevos oligopolios o monopolios. La totalidad de las grandes empresas son transnacionales, hasta el punto de que resulta imposible pretender que defiendan intereses nacionales.
2. La ideología de la empresa, que exige rentabilidad, competitividad, publicidad y a menudo corrupción, lo ha invadido todo: todo se convierte en objeto de mercado, todo tiene un precio. Esta ideología ha penetrado hasta en la propia actitud de las colectividades locales, de las autoridades locales y de comarca, incluso en la universidad y la investigación. La Unión Europea (en su documento sobre el espacio comunitario), habla constantemente de competición de los territorios, como si de los Juegos Olímpicos se tratara - ellos también, convertidos a su vez en un asunto de mercado -. El egoísmo y el cinismo han sido desenmascarados y se esfuerzan en desvalorizar todo cuanto reclama solidaridad: está de moda criticar el Estado-providencia, así como la "mentalidad de asistidos". La ley de la jungla es considerada como la ley natural y todo aquello que es natural tiende a convertirse en sagrado. He aquí una nueva forma de salvajismo.
3. Con tal de facilitar la movilidad, el precio de los transportes ha disminuido a causa de la masificación, los desarreglos y los bajos precios de la energía, mientras que los capitales pueden transportarse instantáneamente de un lado a otro del planeta, con un simple juego de comunicación electrónica. De este modo, el mundo aparece unificado y vanalizado a los ojos de los observadores superficiales, que hablan del "fin de los territorios" e incluso del "fin de la geografía".
4. Es ignorar una ley fundamental, aquélla que reza que sólo existe energía cuando existe diferencia de potencial. Sólo se saca provecho si se tiene en cuenta la diferencia, si se especula sobre la renta diferencial. El beneficio exige y provoca grandes diferencias sociales, así como grandes diferencias geográficas. En todo momento, éstas se recomponen en el mundo, también a escala europea, y en el interior de cada país.
5. No hay duda de que algunos países pueden aprovecharse de los conflictos y beneficiarse de los reordenamientos y reajustes. En los últimos tiempos, éste ha sido el caso de España, Portugal e Irlanda. Pero esto no ocurre sin convulsiones, ni sin revisiones, como en el caso del sudeste de Asia. Y, en conjunto, los observadores notan en los últimos 10/15 años un sensible aumento de las diferencias de las rentas y de la desigualdad en el interior de los Estados, incluso entre Estados, y una posición cada vez más fuerte y determinante de los grandes centros de la economía mundial.
- La metropolización o la ley de la gravitación liberada
1. La metropolización es uno de los procesos que sigue esta evolución general y tiene una relación directa con la concentración de los poderes y de las ganancias. De hecho, está conforme con la ley de la gravitación en geografía y, en consecuencia, se encuentra liberada por el libre mercado.
La concentración de las actividades en un mismo lugar conlleva efectivamente unas ventajas innegables: interacciones inmediatas, mayor competencia, selección de proveedores y colaboradores, proximidad y complementaridad de los servicios escasos, amplio abanico de ofertas de empleo y así, más oportunidades de trabajo, disminución de los riesgos de cierre de empresa, mayores posibilidades para la educación y la sanidad.
La ley de la gravitación afirma que "cuanto mayor eres, más atraes". Razón por la que se producen concentraciones en las metrópolis. Llevado al extremo, ¡todo debería encontrarse en una única ciudad mundial!. Sin embargo, la ley de la gravitación también dice que "cuanto más lejos, menos atrae". Es esta dialéctica entre el efecto de masa y el efecto de distancia que justifica la agrupación de los servicios y de las poblaciones en distintos niveles de talla y de distancia, como explica el modelo de lugares centrales (central places).
2. Es probable que exista hoy en día en nuestros países un proceso de metropolización, es decir una tendencia hacia la migración de actividades en lo más alto de la pirámide urbana. Es incluso una tendencia espontánea cuando no hay regulación. Sin embargo, este fenómeno no ha sido realmente examinado y se enfrenta a tendencias opuestas.
En efecto, nos encontramos ante unos sistemas que tienen sus retracciones y sus contradicciones. La concentración implica costes y desventajas: aumento excesivo del precio del terreno, de las viviendas, de las oficinas; dificultades de transporte y de estacionamiento; contaminación atmosférica; estrés asociado a los desplazamientos, a los ruidos, a la falta de espacio; riesgos sociales relacionados con las segregaciones y las concentraciones de pobres; peligros inherentes a la proliferación de los ilegales: el crecimiento del anti-mundo acompaña al del mundo legal, éste a su vez trastornado; familias y empresas buscan sin cesar escapar de estas presiones, abandonando las metrópolis.
3. Sin embargo, el desarrollo de los nuevos sistemas de tratamiento de la información y de las telecomunicaciones, modifica la relación con la distancia, hasta el punto de que incluso las actividades dependientes de las redes de relaciones pueden ejercerse actualmente lejos de las metrópolis. Ahí reside una de las grandes oportunidades para las ciudades intermedias.
Por otra parte, algunos agentes encuentran ventajas directas en las ciudades intermedias. En general, son más tranquilas, más seguras, algunos costes son menores y además los salarios son casi siempre más bajos - sobretodo el de los directivos-. Ésta es la razón por la que periódicamente, las ciudades intermedias vuelven a estar de moda y se alaban de nuevo sus virtudes. Fue el caso de Francia y de Italia en la década de los 70, tras las aglomeraciones y el fuerte crecimiento. El hecho de que hoy en día se hable nuevamente de ello, en la fase de re-metropolización, no es sin duda gratuito.
4. Hay que sumar otro fenómeno, surgido asimismo del progreso de la "cultura de empresa": el debilitamiento de los Estados ofrece a los agentes más posibilidades y más medios (municipios, provincias, regiones), de donde surgen las consecuentes rivalidades. Por medio de la publicidad, se las arreglan para dar una nueva imagen a su ciudad o a su territorio. Se esfuerzan en captar inversiones ayudando a las empresas, directa o indirectamente (cesión de terrenos, destasaciones, mejoras viarias, etc.). De este modo, los impuestos de los ciudadanos van a parar directamente a las empresas privadas.
- El lugar de las ciudades intermedias
1. Lógicamente, el resultado de estos movimientos contradictorios es complejo. En Europa, nada prueba la existencia de este irresistible movimiento de metropolización, de esta tendencia general de desplazamiento de las poblaciones y de las actividades hacia lo más alto de la pirámide urbana. Las estadísticas disponibles demuestran que el índice de crecimiento no varía en función de la talla de las aglomeraciones, y que puede incluso, como se ha visto, ser más elevado por debajo de los 100.000 habitantes.
2. Sin embargo, se puede observar en varios países (Portugal, España, Francia, Austria), un reforzamiento real de la capital, sobre todo en el caso de las actividades muy calificadas. Algunos expertos propugnan, incluso, que la concentración es necesaria, puesto que las decisiones se toman en un reducido número de "ciudades mundiales". Quisieran que París fuera "mayor que Francia" y tienen la mirada puesta en Nueva York, Tokio y Singapur, así como en los centros de decisión de la Europa del Noroeste, que forman lo que yo llamo el Ring. Quisieran que Bruselas fuera la "Europa de las capitales", ¡lo que no resulta muy halagador para Lisboa o Madrid, Roma o Milán!.
Algunas grandes ciudades que no son capital se dejan arrastrar por el mismo movimiento, máxime cuando se benefician de importantes relaciones aéreas y financieras. Es el caso de Frankfurt o de Zurich, también el de Barcelona, quizás el de Sevilla. En otros países, la situación es más compleja. La descentralización persiste y ciudades como Londres continúan trasladando sus funciones lejos de la capital.
3. Algunas ciudades intermedias, sobre todo las más pequeñas, han decrecido. Este es el caso de aquéllas que han sido víctimas de la recesión de las industrias antiguas, o de las que no se benefician de funciones administrativas o de implantaciones universitarias. Pueden llegar a ser víctimas de otras formas de concentración, impuestas por el afán de rentabilidad, como en el caso de la clausura de algunos hospitales en Francia.
4. En contrapartida, muchas ciudades intermedias han registrado un fuerte crecimiento, mejorado su nivel de equipamientos y de servicios, cultivado una cierta originalidad. Tomemos como ejemplo el caso de una ciudad como Arles (50.000 habitantes aprox.). Además del prestigio de su arquitectura y de sus festivales, que atraen un buen número de turistas, posee una instalación universitaria, una especialización en fotografía (encuentros, museo, instituto de formación), una importante editorial (Actes-Sud), un editor internacional de música (Harmonia Mundi), un centro de reflexión y de encuentros sobre el Sur y el Mediterráneo, además de sus ferias (con toros). Todo ello, junto a una política juiciosa de reutilización de su antiguo patrimonio inmobiliario, ha contribuido a que Arles aloje empresas de alto valor añadido, algunas incluso procedentes de París.
5. La consolidación general del papel de las colectividades locales, la reducción de las distancias y el auge de las actividades cuaternarias de alta valor, han contribuido al cambio de contenido y de imagen de algunas ciudades intermedias, incluso pequeñas. Han hecho que renaciera, en contra de la tendencia unívoca de la metropolización, la idea de una "Europa de las ciudades", que recuerda aquella Europa de la Hansa, o la Italia del Quattrocento: imágenes que se han propagado y que motivaron, el año pasado, una sesión del Collège europeo de Brujas, por iniciativa de la ciudad de Valencia.
6. En resumen, la situación de las ciudades intermedias en Europa más bien ha mejorado, al menos en cuanto a Europa occidental se refiere. Se les han presentado unas nuevas perspectivas aunque sin duda, algunos aspectos de la defensa de las ciudades intermedias no dejan de ser ambiguos. Se puede llegar a pensar que se les pide su contribución en la resolución de algunas contradicciones del sistema dominante. Pero, ¿por qué no aprovecharse de esta situación para continuar mejorando su posición y su calidad de vida?
Es el momento de reflexionar sobre las nuevas redes, los nuevos parajes, las nuevas ciudades que estas tendencias opuestas pueden crear y hacer prosperar.
3. Estrategias para las ciudades intermedias
Tres temas, tres ideas me parecen susceptibles de atraer muy especialmente la atención. Corresponden a las tres dimensiones geográficas fundamentales de la ciudad: su lugar en el sistema o red urbana; sus relaciones con el entorno; su aspecto y facetas internas. Es mediante estas tres dimensiones que la ciudad intermedia europea puede zafarse de las contradicciones del sistema imperante.
Sin embargo, la dificultad de discusión es triple, puesto que sería conveniente, al mismo tiempo:
1) diferenciar entre lo que se podría considerar tendencias objetivas (buenas o malas) y lo que surge del deseo o de la razón;
2) determinar quién expresa estos deseos y estas razones: ¿El investigador, el intelectual o el electo que se expresa? ¿Un grupo concreto? ¿La mayoría de los ciudadanos?
3) evaluar lo que media entre lo deseable y los medios reales para lograrlo.
- Nuevas redes urbanas
1. Si por un lado nos enfrentamos a los impedimentos y dificultades de las ciudades intermedias y por el otro, aprovechamos las perspectivas que nos aportan las nuevas tecnologías y los nuevos modos de relación, se puede considerar la posibilidad de integrar las ciudades intermedias (o parte de ellas) en las redes de nueva creación. En concreto, se trata de poner en entredicho las redes jerárquicas y rígidas, de posturas inamovibles, en beneficio de redes maleables, complejas, móviles, nada jerárquicas, que de algún modo se podrían calificar de postmodernas.
2. El tipo de red que hasta ahora ha dominado y que a menudo sigue dominando surge de la ley de la gravitación y de un concepto jerárquico de la administración del territorio: la metrópoli; las ciudades intermedias de uno, dos o tres niveles; pequeñas ciudades; y el área rural, el campo. Esta es la caricatura de Francia aunque se presenta incluso en estados federales, como el de Alemania. De hecho, corresponde al modelo de lugares centrales, que es de espíritu muy alemán, por cierto. Recordemos que Christaller había propuesto a Hitler perfeccionarlo in situ, en una Polonia invadida. El modelo todvía tiene vigencia, no es una categoría obsoleta, puesto que la administración y los servicios continúan localizando sus despachos de una forma jerarquizada, y las empresas continuan aplicando el modelo en sus propias redes de agencias y de concesiones en las ciudades intermedias. Por desgracia, las oficinas europeas de Bruselas siguen catalogando las ciudades en términos de internacionales, nacionales, regionales y locales. Toulouse, ciudad regional, es una de las pocas capitales mundiales de la aeronáutica y del espacio. Resulta simplemente ridículo.
3. Un nuevo tipo de red, de espíritu también jerárquico, ha hecho su aparición en el campo y trabajos de los investigadores. Es un calco de la práctica de empresa. Las empresas tienden a segmentar su organización en función de los niveles del trabajo: investigación y concepción, fabricación de bases repetitivas, ensamblaje, comercialización. Incluso las empresas terciarias subrayan la diferencia entre despachos centrales de estrategia, de decisión y de contacto, y la trastienda (back offices), donde se gestionan los expedientes, el papeleo, sin contacto alguno con el público. La jerarquía viene determinada por el valor añadido y relacionada con la calificación, los salarios y la situación jerárquica de los empleados. Es frecuente que la ubicación de los talleres y oficinas de estas empresas se encuentren en ciudades distintas. Es una tendencia real. Algunos estudiosos como Roberto Camagni la han analizado a partir de la teoría de las ventajas comparativas, y consideran que ahí reside la clave de las redes urbanas del futuro. De este modo, creen poder asignar situaciones definitivas a las ciudades intermedias, en función de su posición jerárquica y según su mejor o peor ubicación respecto a las centrales. La ideología de empresa inspiraría las ciudades.
4. Por suerte para las ciudades intermedias, existe al menos otra tendencia distinta en la evolución de las redes, que no es fundamentalmente jerárquica. Se trata de lo que yo llamaría redes de connivencia. Son ciudades que cooperan en pos de un proyecto común o para constituir un grupo de presión (lobby), o que trabajan en el mismo dominio o sector: construcción de aviones, festivales de música, investigación sobre sistemas complejos, o corridas de toros. Intercambian experiencias y competencias. La talla de la ciudad no importa. Señalemos de paso, como hizo Paolo Ceccarelli, que ésta es una de las ventajas de la mundialización.
Observamos por doquier un cambio de perspectiva y de fondo en los intercambios. La geografía tradicional nos enseñaba que los intercambios se llevaban a cabo entre lugares distintos y complementarios. Ahora sabemos que esto no ocurre más que en situaciones simples. En las sociedades complejas, los intercambios se hacen cada vez más entre lugares semejantes.
Actualmente, el vólumen más importante de intercambios mundiales tiene lugar entre Francia y Alemania. De hecho, los intercambios modernos parecen mimetizar las actitudes clásicas de los laboratorios de investigación: es con sus semejantes, que a la vez son sus competidores, con que tienen lugar las relaciones más intensas. Sin embargo, estos intercambios no se establecen fundamentalmente en función de la talla del actor, ni de la talla del lugar. El laboratorio, el festival, la oficina de estudios puede encontrarse en una ciudad de pequeña talla, y aún así, interesar a sus semejantes en ciudades mayores.
La evolución de las telecomunicaciones, del cálculo electrónico, de Internet, permite la interconexión inmediata y la difusión de la creatividad. Asimismo, contribuye a confundir las jerarquías - salvo en el caso de la burocracia clásica y sus equivalentes en las grandes empresas -. Y es así como se han visto transformados, las pequeñas y medianas empresas, el campo cultural, el de la investigación y de la innovación, el de la educación e incluso el de la sanidad.
6. Las ciudades intermedias tienen en este sentido un enorme campo de posibilidades, y sus actividades les permiten entrar en red con otras redes de numerosos lugares, independientemente de la talla de las poblaciones. Por esta razón, hay que prestarles una atención particular, al igual que a todo aquello que contribuye a romper con las jerarquías: atraer las pequeñas empresas de gran creatividad y alto valor añadido. Establecer parques tecnológicos (o tecnópolis), crear festivales, proponer plataformas de transporte, como los interporti de Italia, etc, y buscar el apoyo de nuestros semejantes de Europa y del mundo, aprovechando precisamente las ventajas de la mundialización. Es algo que ya vienen haciendo las universidades desde hace tiempo. Por una vez, podrían servir de ejemplo a los alcaldes y empresarios.
7. Lo que hay que evitar en las ciudades intermedias es un crecimiento subordinado, que se base en los bajos salarios y el trabajo descalificado. La suerte de las ciudades intermedias radica en el desarrollo de actividades originales y de alto nivel. Con esta estrategia, la propia idea de intermedia desaparece por sí sola. La ciudad media ya no es una simple intermediaria entre la gran y la pequeña ciudad, sino que se convierte en protagonista de algunas redes, en paridad con las ciudades mayores o menores.
- Nuevas comarcas
1. En los últimos 20/30 años, la urbanización de Europa occidental ha tomado un nuevo cariz:, las ciudades han ido extendiendo parte de su crecimiento a su entorno más o menos immediato. El hábitat de un gran número de habitantes e incluso en algunos países, de la mayoría, ya no es la ciudad ni tan si quiera el campo, sino algo denominado espacio periurbano (llamado rurban en un inglés incorrecto). Estos espacios se aprovechan de las instalaciones y servicios de la ciudad así como de los recursos del campo, especialmente en cuanto a espacio.
2. En las metrópolis, el fenómeno es mucho más complejo, por el hecho de haber dado paso a nuevas actitudes. En las ciudades muy pequeñas, continúa siendo marginal. Sin embargo, en muchas ciudades intermedias ha tomado una nueva dimensión. Los desplazamientos pendulares diarios residencia-trabajo, los desplazamientos semanales de los estudiantes, los de las compras a los supermercados, los de los espectáculos, de las actividades del fin de semana tienen que ver cada vez más con las formas de vida que comparten los habitantes urbanos, los rurales y los periurbanos. Tienen los mismos problemas de transporte, de conservación del paisaje, de distribución del agua, de tratamiento de los residuos y de la contaminación, de la calidad de las instalaciones y de los servicios de enseñanza, de deporte, de sanidad, etc. También comparten problemas de empleo, según la salud de las empresas de estas aglomeraciones y de su entorno.
3. La idea de una comunidad de problemas y usos del sistema "ciudad-periurbana-campo próximo" parece en estos momentos propia de la ciudad intermedia. Restituye las apuestas de un nivel espacial codiciado, algo así como el Kreis en Alemania, el distrito en Francia, la comarca en España, y que también existe en Italia, Portugal, Irlanda, etc. En Francia uno de los temas de debate en las políticas territoriales es el de la reaparición de los países (lamentablemente, basado a menudo en oposiciones periclitadas entre comarcas rurales y aglomeraciones urbanas).
4. En este terreno, la ciudad intermedia dispone de un campo de acción considerable, basado en la nueva ubicación de las instalaciones y servicios, a menudo molestos en núcleos urbanos (hospitales, universidades, zonas de actividades). Basado asimismo en la disposición de ejes, vías paralelas y cruces; en la armonización de los recursos fiscales de las comunidades; en el tratamiento de aguas y de residuos; en la conservación y distribución de espacios verdes y de los lugares frecuentados por los ciudadanos, etc. Sin duda, ésta sería una forma interesante de resolver a la vez problemas urbanos, rurales, de accesibilidad y de desigualdad social, así como problemas de entorno y de desarrollo sostenible. Esta idea aparece a menudo en los textos de las regiones del Arco Atlántico, donde se llegaba incluso a proponer que el concepto de ciudad-región sirviera de base para las políticas territoriales.
5. Es evidente que hay que examinar estas perspectivas con cierta prudencia, puesto que de pronto aparece el posible inconveniente de las políticas mal llevadas o desmesuradas. Surge el riesgo de crear nuevos límites duros y el sentimiento comunitario comarcal se opone a las comunidades vecinas, como lo indica la palabra francesa contrée (comarca), (el mismo sentido que country), que procede del latín contra: aquello que se opone al diferenciarse. Asimismo, puede surgir un riesgo de focalización excesiva dentro del modelo pequeño-burgués megalopolitano tan presente en Alemania o Inglaterra: casa individual, pequeño jardín, dos coches y actividades programadas. Y además, el riesgo nada menospreciable de ver cómo las campiñas más lejanas, las peor comunicadas, acrecientan su aislamiento.
6. Se trata pues de un tema sobre el cual deberíamos hacer gala de la mayor imaginación, lanzar y profundizar experimentos. Tiene el máximo interés para las ciudades medias, hasta el punto de que se le puede considerar como una de sus propias condiciones. Razón por la que, una vez más, debemos dejar de considerarlas intermediarias.
- Nuevas ciudades
En resumen, la evolución de las ciudades llamadas intermedias en el mundo actual, me parece ser de naturaleza propia a plantear, de manera muy interesante, cuestiones relativas a la ciudadanía, e incluso a la democracia. Pues, ¿cómo olvidarse de la vieja noción griega y latina de la polis y de la ciudad, de una ciudad sin esclavos ni excluidos, de una especie de comunidad abierta que dispondría de un proyecto urbano?
1. Les ahorraré el pathos tradicional sobre la ciudad mediana de talla humana y los méritos sin duda excepcionales de la ciudad intermedia, para la realización del hombre. No me gusta ni este lenguaje mayúsculo ni estas ideas minúsculas. Todo aquello que hace la humanidad es a escala humana, por su bien y por su mal. Y se puede vivir muy mal en ciudades medias. Lo único que se puede afirmar es que, gracias a los actuales medios de comunicación y de difusión, uno se siente en ellas menos aislado, se nota menos que antaño el efecto de agujero, cuando los Jude, los Rastignac y los Julien Sorel, sólo pensaban en huir de aquella ciudad adormecida para lanzarse en las llamas de la metrópoli.
2. De hecho, el mérito mayor que veo en la ciudad media es el de no ser precisamente un territorio. Ya ha crecido demasiado y se encuentra suficientemente apartada de sus vecinas como para desarrollar este sentimiento de pertenencia, a menudo excesivo, que se asocia con la comunidad, con el campanario, y que provoca los enfrentamientos de las noches del sábado. Y no es lo bastante grande para pensar que representa al país entero - en oposición a la metrópolis, que etimológicamente significa ciudad-madre, la madre de todo el país, a menudo substituto de la nación -, como cuando los periódicos escriben que Moscú ha instalado sus misiles en Cuba, o Londres abandona Europa, o París resulta equívoca a Ruanda, o Madrid cambia de mayoría, o Barcelona apoya al señor Aznar.
3. Un poco de territorialidad ayuda sin duda a vivir pero demasiada seguro que mata. Creo peligroso todo aquello que nos conduce de nuevo al territorio animal, incluso a las raíces. Sin embargo, el peligro procede menos de la ciudad que de las naciones, o de una parte de las naciones, o sea de las regiones. La autonomía regional tiene sus méritos, pero a menudo esconde unos egoísmos magistrales. El egoísmo de los ricos está tomando hoy unas dimensiones agresivas. La actitud del señor Bossi, cuando proclama la Padania de los ricos porque no quiere que el Mezzogiorno se aproveche de sus impuestos, es francamente lamentable. Tiene sus equivalentes en Rúsia, en la Suiza germanófona e incluso ahora en Francia. Es una de las razones que me hace temer una "Europa de las regiones", puesto que sólo favorecería a las regiones ricas, las más poderosas e influyentes.
4. Sin embargo, a medida que la mundialización avanza, cuando los poderes se apartan de las instancias internacionales (Unión Europea, Organización del Comercio Mundial, Fondo Monetario Internacional) y sobre todo, de los estados mayores anónimos de las grandes firmas transnacionales, es cuando las actitudes de identidad se endurecen y se vuelven agresivas. Como si hiciera falta pedir al territorio perceptible una proximidad y una razón de ser que ya ni el Estado ofrece. Como si la humanidad debiera retornar a la tribu y a los comportamientos animales en una nueva forma de salvajismo.
5. La ciudadanía desea que el concepto de comunidad vaya más allá, que transcienda la idea clásica. Sin embargo, la ciudadanía y la solidaridad parecen tener mejores perspectivas en las ciudades modernas. Evidentemente, éstas tienen también sus electos y sus patrones, sus chovinismos y sus egoísmos. Se nota sobre todo en la desigualdad mantenida de los recursos fiscales. Se puede legítimamente desear que ciudad de uno sea lo más agradable y lo más próspera posible. Pero dudo que alguien pueda realmente batirse por Narbona, Lleida o Beja, en contra de otras ciudades - salvo, de manera general, por mandato o por metáfora en los campos de fútbol -. Los límites de la ciudad mediana son ambiguos, la transición con las periferias y el campo a veces inapreciables, al contrario de las fronteras nacionales y de algunos límites regionales.
Así, la actitud ciudadana no se encuentra alterada por este sentido comunitario excesivo, que se aferra al territorio para tomar formas regresivas, casi tribales, popularizadas por los partidos políticos de extrema derecha. Es preferible conseguir esa identidad personal tan anhelada en aquello que permite una identificación de la ciudad: un logro, una satisfacción particular, ya sea en la industria, la cultura, el deporte, etc.
6. En este sentido, se puede considerar que la ciudad mediana es, o puede llegar a ser, un lugar privilegiado para el ejercicio de una nueva ciudadanía. Aquélla que exige una resistencia ante los hechos perversos de la mundialización y del poder exorbitante de las empresas, amén de utilizar las ventajas eventuales de la mundialización. La ciudad mediana puede convertirse en un buen terreno para el ejercicio de las asociaciones ciudadanas y el control que la sociedad civil puede ejercer sobre el poder. De esta forma, se convierte en una de las posibilidades de la democracia, aunque sin perder de vista que puede convertirse en una zona de reclusión y de experimentación para ciertos contrapoderes, como ha sido el caso de las cuatro ciudades francesas tomadas por un clan de índole fascista.
7. Sin embargo, la ciudad media no sólo ofrece ventajas. Esta, y en contraposición a las metrópolis, tiene más dificultades en el momento de organizar los transportes colectivos, de financiar grandes equipamientos; es más sensible a las consecuencias del cierre de una empresa o de la evolución de sus actividades; asimismo, puede estar más expuesta al peso de los potentados locales y de sus camarillas; tiene dificultades para sostener proyectos de urbanismo coherentes, máxime cuando los núcleos urbanos a menudo son antiguos e inadaptados a las necesidades actuales. Sin embargo, tiene también sus ventajas: menores costes patrimoniales e inmobiliarios, patrimonios de edificios públicos disponibles, menores segregaciones y tensiones sociales, mayor facilidad en conseguir nuevas estrategias o imágenes consistentes. La ciudad intermedia, por ser más compleja que la comunidad rural o la ciudad muy pequeña y más transparente que la metrópolis, puede convertirse en un lugar privilegiado para el ejercicio de la ciudadanía.
4. Perspectivas de investigación
Al término de estas reflexiones y de vuestra Semana de Estudios Urbanos, creo poder apuntar algunos de los deberes pendientes, o sea, algunas perspectivas de investigación y de estudio. Aunque sólo una reflexión colectiva puede profundizar en el tema. Así pues, me limitaré a dar algunas pistas.
1. Debemos trabajar sobre los datos, las evoluciones, las tipologías. Nos faltan estudios comparados y sistemáticos de la definición de las aglomeraciones, la variación de la población y de las actividades de las ciudades medias, así como de la tipología del tejido urbano y su relación con los sistemas regionales y nacionales.
2. Hay que estudiar los protagonistas de la ciudad, sus intereses, sus estrategias, sus representaciones, sus conflictos: la ciudad no es esa comunidad abstracta e unificada surgida de las teorías de Max Weber; nos equivocamos demasiado a menudo cuando objetivamos la ciudad, cuando la consideramos una entidad homogénea, o peor aún, cuando la vemos como una persona dotada de voluntad.
3. Analizar las redes reales, los aliados en los intercambios, la naturaleza de las relaciones interurbanas y lo que significan para tal o tal ciudad. Este análisis supone sin duda profundizar en los estudios teóricos sobre la forma y la función de estas redes. Habría que tenerlos en cuenta a la hora de plantearnos cómo esquivar el orden clásico de los lugares centrales y de los sistemas jerárquicos, y cómo incentivar la creatividad dentro de las ciudades medias.
4. Pensar en las distorsiones y desajustes inherentes a las temporalidades diferenciales, puesto que el tiempo de las políticas urbanas no es el mismo que el de la forma urbana, ni el tiempo de la ciudad es el mismo que el de las redes. Por ello, habría que evaluar mejor las resiliencias, la resistencia o la sensibilidad a los cambios de medio, así como las histéresis y la permanencia de lo heredado. El electo razona en un término muy corto en función de su reelección, el empresario en función del provecho inmediato, la estrategia mundial del capital se extiende en ciclos de veinte o treinta años, pero el plan de la ciudad permanece durante siglos, o más.
5. Profundizar los estudios sobre las relaciones entre la ciudad y el Estado y demás colectividades territoriales (regiones, Unión Europea). Ninguna ciudad puede actuar completamente sola. ¿Cómo se articulan las políticas, cómo se reparten los caudales de estas instancias? ¿Cómo lograr que converjan los esfuerzos necesarios para la redistribución de los recursos?
6. Escrutar las propuestas y los logros en el campo de las relaciones entre la ciudad mediana y su entorno urbanizado, agrícola o natural, con el objetivo de constatar que resulta posible mejorar la calidad de los espacios de vida y conseguir una sana administración del paisaje (management) y de los recursos, en el seno de estos espacios de relaciones habituales.
7. Captar las articulaciones internas y las formas de diferenciación interna de la ciudad. Si bien en general, las disparidades, las segregaciones y las tensiones son menores en las ciudades intermedias que en las metrópolis, éstas existen, y a menudo incluso se acrecientan a causa del debilitamiento general de las regulaciones.
8. Buscar las formas y los medios de un urbanismo de lo realizable, que la metropolización y la búsqueda desenfrenada de la rentabilidad a corto plazo a menudo han dedicado sólo a las grandes ciudades. Creo que los arquitectos y los urbanistas tienen un enorme campo de trabajo en los espacios periurbanos (incluido el hábitat individual), y en la rehabilitación de los núcleos de las ciudades medias, a menudo antiguos e inadaptados, sobre todo en la Europa meridional.
Conclusión
Es evidente que la lista podría alargarse aún más. Sin embargo, me gustaría decir para terminar que quizás lo esencial no resida en la definición de las tareas específicas de las ciudades medias.
En el mundo actual y en la Europa del Sudoeste, tal y como la vemos evolucionar, lo esencial me parece que reside en el análisis de las relaciones entre el poder y la actitud ciudadana. Los poderes, fundamentalmente financieros, han logrado una liberalización excesiva, en detrimento de la actitud ciudadana, hoy alienada.
Quizá la integración monetaria les sirva a Europa y a sus habitantes. Me inclino a pensar que sería más interesante una mejor integración social y territorial. El crecimiento de las desigualdades y la metropolización hacen que dude que en cuestión de integraciones, la monetaria ayude realmente a la social. O entonces haría falta que Europa cambiara y regresara a la sabiduría, en el sentido de welfare (bienestar, prosperidad).
Las ciudades medias pueden jugar un papel muy positivo entablando una resistencia frente a los efectos perversos de esta nueva forma de salvajismo que de manera púdica se llama mundialización. Creo que debería ocurrir dentro de un espíritu postmoderno (en el sentido positivo y progresista del término, ¡no como sinónimo de premoderno!), en la multiplicación de iniciativas arriesgadas. Debería ocurrir allí donde se abolieran las jerarquías, donde se olvidaran la talla de los protagonistas y la propia idea de intermediación.
No sé si levantaremos "ciudades intensas", como es el deseo de Oriol Nel.lo. Pero sí que creo, como él, que habremos ganado una batalla cuando las ciudades de las que hablamos no sean ya calificadas de intermediarias.
(* ) Conferencia de clausura de la VII Semana de Estudios Urbanos
Próxima publicación en: Bellet, C.; Llop, C.(eds.) (2000), Ciudades intermedias, urbanización y sostenibilidad, Lleida, Pagès editors (salida al mercado en marzo del 2000)