Arquitecturas junto al agua: Dos proyectos urbanos

 

Si la vinculación entre río y ciudad aparece como una condición generalizada en la implantación y consolidación de los núcleos urbanos, la manera en que ambos se relacionan constituye uno de los factores que caracterizan a cada ciudad. Pero dicho vínculo está sujeto, como la propia condición urbana, a diversas variaciones en el tiempo. Los dos proyectos que aquí se presentan intentan potenciar, desde la definición de su arquitectura, una nueva consideración, un nuevo papel del río en el entendimiento del actual desarrollo urbano de dos ciudades, Valladolid y Bilbao.

El Pisuerga, así como la ría del Nervión, han tenido la consideración histórica de borde y límite, transformándose ésta radicalmente en los últimos años. En los dos casos, el curso fluvial abandona el carácter de borde para asumir el de eje estructurador de la ciudad, convirtiéndose, de este modo, en referente decisivo del paisaje urbano. Dicha transformación, motivada, en gran medida, por un crecimiento más equivalente en ambas márgenes, supone reconsiderar distintos aspectos: la manera en que la ciudad se desliza hacia el río, el carácter que este asume, la definición urbana de los bordes, el modo en que se conectan ambas márgenes, etc.

Tanto el Museo de la Ciencia de Valladolid como la Propuesta residencial en Uribitarte, además de intentar satisfacer unos usos y de proponer una determinada afirmación expresiva, buscan atender a las cuestiones antes planteadas. La arquitectura, junto con su propia consistencia como objeto formal y espacial, implica un diálogo con la situación urbana, debiendo ser plenamente consciente del papel que juega en la definición y caracterización de cada lugar.

 

Museo de la Ciencia de Valladolid

El proyecto toma como punto de partida la rehabilitación del cuerpo principal de la antigua fábrica de harinas, La Rosa, situada en la margen derecha del Pisuerga, así como el conjunto de pequeñas obras hidráulicas realizadas desde el siglo pasado para garantizar el buen funcionamiento del molino. Es algo que no se debe olvidar pues, además del reconocimiento del valor paisajístico de la zona, las fábricas de harinas suponen un referente ineludible respecto al primer panorama industrial de Valladolid.

El programa de nuestro Museo debe albergar básicamente una amplia superficie dedicada a exposición permanente, que constituye el núcleo principal del mismo, a la que se suman: una gran sala de exposiciones temporales, un planetario, biblioteca, administración, y un vestíbulo el acceso que permita la entrada independiente a cada una de las actividades previstas. El edificio debe, por tanto, atender a la correcta satisfacción de esos usos, propiciando, a su vez, el funcionamiento autónomo de cada uno de ellos, aunque se inscriban en el orden general.

Pero, además de intentar satisfacer las exigencias del programa y de mantener la memoria histórica, el proyecto del Museo de la Ciencia se propone, y es uno de sus retos más importantes, incidir en un área urbana que busca aún su propia definición. La busca en relación así misma, pero también en sus vínculos con la ciudad ya consolidada. Piensa el proyecto su incidencia sobre la ribera del río y, a la vez, la manera en que puede realizar una sutura entre las zonas residenciales más próximas.

La ubicación del Museo de la Ciencia se produce en un vacío, en un resto sin ocupar, entre las nuevas zonas residenciales de la margen derecha del Pisuerga. El edificio asume, como uno de sus objetivos principales, dotar de sentido a ese lugar, incorporarlo como ámbito urbano. Por ello, pensamos, debe cumplir un papel de pieza singular, objeto de referencia, capaz de articular y conferir significado a una nueva zona de la ciudad.

Podemos explicar este papel urbano en tres tareas primordiales. La primera de ellas, atendiendo al planeamiento vigente, será apoyar la construcción de una plaza pública como núcleo representativo de la zona residencial donde se inserta el Museo.

El vínculo que se establece entre Museo y río es la segunda de las tareas que el proyecto intenta atender. Por un lado, definiendo el borde del Pisuerga, entendiéndolo como paseo consolidado que potencia el recorrido de las márgenes y haciendo que la ciudad lo incorpore como elemento de la vida urbana. Por otra parte, siendo consciente el edificio de que su presencia constituye ese borde y que su imagen es percibida, también, desde la distancia.

La tercera, y no menos importante cuestión abordada, es su papel como núcleo aglutinador de distintas áreas. Le confiere una dimensión territorial, al tiempo que le permite el reconocimiento y la caracterización del lugar sobre el que se instala. Se trata, sobre todo, de potenciar la conexión entre las zonas residenciales de ambas márgenes mediante un sistema de recorridos peatonales que salven los obstáculos del río y de la carretera de Salamanca, recreando, a la vez, las condiciones naturales y paisajísticas de la zona. Realizar una sutura urbana y crear un orden.

El Museo intenta dar respuesta a dichas cuestiones configurándose como agregación de piezas y edificios, cada uno con su propia autonomía, tanto en su definición formal como en su uso, en torno al cuerpo de la antigua fábrica que se rehabilita. La arquitectura que se propone es una arquitectura de adición, donde cada cuerpo es un sumando. El solar se entiende como un campo que es necesario activar.

La relativa autonomía formal de las piezas, no impide la afirmación de un espacio continuo que dota de unidad a la experiencia del recorrido interior. Los materiales que las construyen acentúan, a su vez, el distinto papel urbano que cumple cada una de ellas. La cubierta de la nave, así como las grandes celosías que protegen el cuerpo acristalado de las comunicaciones, se resuelve con cobre oxidado de tono verde claro. De este modo, el frente que da al río busca el diálogo, mediante el color, los reflejos y la vibración de la luz, con la vegetación del entorno próximo de las islas y con el agua. La fachada a la plaza manifiesta, por el contrario, una condición más urbana al construirse con materiales cerámicos y hormigón blanco.

Si atendemos al valor representativo de sus formas, el Museo de la Ciencia de Valladolid quiere aludir, en su imagen, a un complejo industrial. Tanto la constitución del conjunto, como yuxtaposición de cuerpos heterogéneos que responden a un uso específico, así como el vínculo que entre ellos supone el juego de las pasarelas, buscan evocar una cierta condición de factoría, un edificio mecanizado y de producción. El tratamiento material y la definición de sus superficies apoyan esa identidad.

Pero, como ya hemos visto, el edificio intenta convertir un espacio marginal y de origen fabril, en ciudad, en ámbito urbano. La posición, tamaño, forma y materialidad de los distintos cuerpos, definen la plaza como espacio público y urbano, crean una fachada y un paseo hacia el río, propician la condición territorial mediante la conexión entre distintas zonas de la ciudad, a la vez que actúan como elementos referenciales en un ámbito amplio. Sus formas apoyan una imagen tecnológica y emblemática que buscan caracterizar al Museo como edificio público y singular. En suma, el edificio intenta manifestar desde su definición formal, su condición y nos remite a un significado. Alude a sus orígenes como factoría, al tiempo que actúa como referencia urbana, no sólo por su posición y su uso, sino por el propio reconocimiento significativo de sus formas.

 

Propuesta residencial para Uribitarte

La construcción de un centro comercial y de cerca de trescientas viviendas sobre el edificio del antiguo depósito del puerto, busca recuperar una zona central de Bilbao, ahora obsoleta, planteando la necesidad de producir un tránsito natural entre la ciudad consolidada -el ensanche-, y el nuevo paseo de la ribera, de modo que potencie la conexión entre distintas zonas urbanas, al tiempo que apoye a la configuración de la nueva imagen de la ría, entendida como eje principal del desarrollo urbano.

Pues, recuperar el valor de la ría como elemento fundamental de la villa de Bilbao parece ser una de las intenciones primordiales que, tanto las instituciones municipales como la opinión pública, tienen como objetivo en la transformación de la ciudad. El solar del antiguo depósito del puerto franco es, sin duda, un punto importante en esa recualificación urbana de la ría. Su posición central cobra aún mayor relevancia gracias a la recuperación del borde como paseo que conecta las nuevas instituciones públicas
-Auditorio, museo Guggenheim-, a la vez que actúa como punto de conexión entre las dos márgenes mediante una nueva pasarela entre la zona residencial del ensanche y el campo de Volantin.

Con la nueva intervención se trata, por tanto, de apoyar su condición urbana haciendo que el tejido de la ciudad descienda de manera natural hacia el borde de la ría, a la vez que se propone su cualificación a través de una fuerte caracterización formal, de una imagen que dote de identidad a esa área. El edificio residencial posee una presencia singular que apoya el valor diferenciador del borde de la ría, haciendo que este sea legible como tal.

La presencia del viejo depósito, cuyo muro perimetral responde con dignidad a unos planteamientos característicos de una época y que, además, se mantiene en un aceptable estado, puede servir como zócalo o basamento para el desarrollo de los elementos nuevos que se manifiestan libremente por encima de él. Las viviendas se disponen a partir de ese basamento, en tres cuerpos de desarrollo laminar y en el sentido perpendicular a la ría, intentando mantener la condición de permeabilidad visual que ahora existe entre la Avda. de Mazarredo y las laderas de Artxanda. Su disposición laminar permite la doble orientación de las viviendas, así como las vistas abiertas tanto a la ría como al paisaje. La forma de estos cuerpos alude a una condición ligera, en movimiento, a modo de velas, que afirman una identidad y un mundo de evocación. Favorecen con su imagen singular el nuevo valor emblemático de la ría, construyendo su límite y manifestándolo en su peculiaridad.

Ficha técnica:

Museo de la Ciencia de Valladolid

Arquitecto consultor: Rafael Moneo

Arquitectos: Enrique de Teresa / Juan José Echeverría

Arquitecto colaborador: Francisco Romero

Fecha proyecto: 1995. Construidas la primera y la segunda fase

Propuesta residencial en Uribitarte

Arquitectos: Enrique de Teresa / Juan José Echeverría / Javier Rodríguez Ortiz de Zárate

Arquitecto colaborador: Francisco Romero

Fecha proyecto: 1998

Bibliografía:

Museo de la Ciencia de Valladolid

Revista BAU, nš 15. Primer semestre 1997

Proyecto piloto urbano. Valladolid. Instituto Español de Arquitectura. Valladolid 1998.